Corpus Christi, Dios se entrega a nosotros.

Hoy celebramos con júbilo la Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, el Corpus Christi, que nos lleva a adorar y agradecer el don inefable de la Eucaristía, donde Jesús se nos ofrece como alimento y bebida para nuestra salvación. Mientras en otras religiones la gente ofrece cosas a Dios, en el cristianismo Dios mismo se nos ofrece a nosotros para darnos vida en abundancia, y espera que sigamos su ejemplo ofreciéndonos a los demás por el bien y la mejora continua de la humanidad.
Las lecturas bíblicas de hoy nos iluminan el profundo misterio de la Eucaristía y su relación con la Alianza de entrega mutua que Dios ha establecido con su pueblo. En la primera lectura, Moisés sella la Alianza con la sangre de toros sacrificados, prefigurando el sacrificio redentor de Cristo de darse por completo, incluso hasta la cruz. La sangre derramada por Moisés simboliza la purificación del pecado y la unión del pueblo con Dios. Ello nos invita a tener siempre presente esa unión.
El Salmo responsorial nos muestra la necesidad a levantar la copa de la salvación e invocar el nombre del Señor, reconociendo en la Eucaristía la fuente de nuestra vida espiritual y la plenitud de la redención que hace que nuestra dignidad se eleve en esa copa de salvación siendo todos una sola humanidad.
En la segunda lectura, el autor de la Carta a los Hebreos destaca la superioridad de la sangre de Cristo sobre la sangre de los toros del Antiguo Testamento. La sangre de Cristo, derramada en el sacrificio perfecto de la cruz, tiene el poder de purificar nuestra conciencia de las obras muertas y capacitarnos para adorar al Dios vivo, porque es pura entrega amoroso de Dios a los hombres, incluso siendo rechazado.
El Evangelio nos presenta el momento sublime de la institución de la Eucaristía. Jesús, en la Última Cena, toma pan y vino, los bendice, los parte y los da a sus discípulos, diciendo: «Tomad, esto es mi cuerpo. Tomad, ésta es mi sangre.». En estas palabras, Jesús se entrega totalmente a nosotros, haciéndose presente de manera real y verdadera en el pan y el vino consagrados.
*Al recibir la Eucaristía, no solo recibimos el cuerpo y la sangre de Cristo, sino que nos convertimos en lo que comulgamos*
Al consumir el Cuerpo y la Sangre de Cristo, nos incorporamos a su cuerpo, la Iglesia, y nos convertimos en miembros vivos de este cuerpo místico. Por ello, la Eucaristía se hace vida en nosotros cuando nos entregamos a la humanidad como Cristo se entrega a nosotros.
La Eucaristía nos hace partícipes de la vida divina de Cristo y nos transforma en instrumentos de su amor y misericordia en el mundo.
En este año de 2024, celebramos el 125º aniversario de la Consagración de Venezuela al Santísimo Sacramento. En 1899, el Episcopado Venezolano, reunido en Caracas, consagró solemnemente la nación al Santísimo Sacramento, reconociendo en la Eucaristía el centro y la fuente de la vida cristiana y el fundamento de la unidad nacional.
Que este aniversario nos motive a renovar nuestra fe en la Eucaristía y a vivir con mayor compromiso nuestra condición de miembros del Cuerpo de Cristo. Que la Eucaristía sea para nosotros alimento espiritual, fuente de fortaleza en las dificultades, y estímulo para construir una sociedad más próspera, justa y fraterna, inspirada en los valores del Evangelio.
Qe la Eucaristía continúe siendo el corazón de nuestra fe y el alma de nuestra nación. Que a través de este don inestimable, Venezuela se convierta en un verdadero «Tabernáculo vivo» de la presencia de Dios en el mundo.
Amén.
Diácono Thomas Chacón 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *