Domingo VI de Pascua. Cornelio, un ejemplo de permanecer en Jesús.

Diácono Thomas Chacón
En la primera lectura de este VI domingo de pascua se nos narra el primer encuentro de Cornelio y Pedro. Cornelio era un centurión (militar con tropas a su cargo) de la corte itálica, pero ello no le impedía hacer cuatro cosas  que le daban plenitud: 1) ejercía la piedad, 2) temía de Dios junto a su familia, 3) daba abundantes limosnas y 4) oraba sin cesar a Dios. (Cf Hch 10,2).
Estas características de Cornelio dan luces a las condiciones que dice hoy el Evangelio para permanecer en Jesús: «cumplir sus mandamientos» (Cf Jn 9,10). Mandamientos que Jesús resume en: «amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu mente, con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas y amarás a tu prójimo como a ti mismo» ( Cf Mt 22,37; Mc 12,30; Lc 10,27).
Por tanto, amar a Dios con toda la mente es orar sin cesar como lo hacia Cornelio, amar a Dios con todo el Espíritu y todas las fuerzas es temerle y tenerle piedad hasta dedicarle a Él todo lo que hacemos desde que nos levantamos hasta cuando dormimos.
Amarnos a nosotros mismos implica tener una ambiente de paz como Cornelio, que temía a Dios junto a su familia. Y amar al prójimo conduce a dar abundantes limosnas.
Sin embargo, la lectura de los Hechos de los Apóstoles también nos dice cuando, por error, pudiéramos  no amar a Dios sobre todas las cosas: «cuando damos mayor honra a otro que no sea Dios», como por un momento lo hizo Cornelio ante Pedro (Cf Hch 10,25).
Seguir este orden es muestra de conocer a Dios (1Jn 4, 7).  Conocerlo lleva a experimentar un gozo perfecto que hace que queramos permanecer en Jesús (Cf Jn 15,11).
Este gozo lleva a dar frutos, porque así como Dios creador mandó a las plantas que diera cada una fruto según su especie, así también nos manda a nosotros los cristianos a dar frutos como Cornelio: con piedad, calidad y propia vocación, sin arrodillarse ante nadie, solo ante Dios (Cf Jn 15, 16).
Para vivir el gozo de esta gran experiencia y contemplación nos ha elegido Dios, asi damos gloria a Dios Padre; dando  frutos siendo discípulos de Jesús sin adjudicarnos nuestra propia gloria, sino a Dios.
Atrevámonos a experimentar el mayor gozo que pueda experimentar un ser humano: permanecer en Jesús amando a Dios con todas nuestras fuerzas, mente y alma y amando a nuestro prójimo como a nosotros mismos.
Diácono Thomas Chacón

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