DOMINGO XIV DEL TIEMPO ORDINARIO (A)

Te doy gracias, Padre

Uno de los pasajes más conocidos y citados de los santos Evangelios, es el que hoy se nos propone. Dijo Jesús en aquel tiempo y, también en este tiempo:

«Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.

Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados, y yo los aliviaré. Cargen con mi yugo y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraran vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».

Su acción de gracias al Padre por su manifestación a la gente sencilla, es también un ardiente deseo a que aquellos que se han sumergido en el legalismo y en la soberbia que caracterizó a la élite que manifestó públicamente rechazo a su propuesta y mensaje de salvación, se vuelva sin tantos cuestionamientos y con un corazón abierto a la experiencia maravillosa de conocerle  y seguirle a Él.

De igual modo, no podemos olvidar, que el mismo rechazo a su mensaje lo han experimentado las comunidades cristianas de todos los tiempos, provocando incluso en algunas familias tristes divisiones que nos testifican hoy: este mensaje no es solo par los sencillos, es para todos.

De aquí que podamos ratificar una vez más que los los pensamientos y la lógica de Dios va muchas veces por caminos distintos a los nuestros (Is 55,6-9), y es por ello también que seguimos viendo incluso dentro de la misma Iglesia como el llamado a la comunicación de la Buena Noticia, muchas veces se paraliza; unas veces bajo el pretexto de la «planificación», otras, de la «preparación de los agentes de pastoral», incluso se llega alegar: «hemos de orar más», etc. No nos referimos a que todo esto y mucho más se requiera para comunicar el mensaje de la salvación, pero pensemos en las primeras comunidades… Bien nos recordaba nuestro Papa Francisco al referirse a lo que realmente enferma en la Iglesia: «Prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades»[1].

La lógica de Dios suele traspasar nuestros pensamientos y razonamientos que no pocas veces se ‘adaptan’ a nuestras comodidades y ‘zonas de confort’, es por ello que los sencillo, los del corazón limpio y dispuestos verdaderamente a sus planes de salvación divina, son los que suelen estar más preparados para responder a las llamadas que su mensaje comunica.

Paradójicamente son estos, los sencillos que se disponen, se arriesgan, y no cuestionan, logrando vencer sus miedos, respondiendo así más rápido responden o simplemente respondiendo. Y son estos los que experimentan el alivio en medio del cansancio, la tribulación o la opresión. Indudablemente vuelve aparecer en el Evangelio que es dándose como se recibe, y que querer resguardar la vida -dando en el mejor de los casos a Dios ‘migajas’-, es señal inequívoca de perdición…

No pocas veces hemos visto como muchos al iniciar en el camino de fe, luego de haber experimentado la voz y presencia del Señor en sus vidas de un modo personal, comienzan a servirle y a darse con sencillez y entrega. De estos muchos perseveran; otros, al pasar los años y al enfriarse en ese «amor del principio» (Apoc 2,4)  pasan al grupo de los «sabios y entendidos» que terminan con sus vidas -aún permaneciendo en la Iglesia y sus servicios-, rechazando al Señor.

Oremos al Señor, pidiendo nos conceda cada día conocerle, amarle y seguirle, con un corazón cada vez más parecido al suyo: manso, humilde, sencillo, compasivo y misericordioso.

Feliz Domingo!

P. Reinaldo G.

[1] Francisco, Evangelii Gaudium, n. 49.

1 comentario en “DOMINGO XIV DEL TIEMPO ORDINARIO (A)”

  1. Amén!!! Gracias señor por tu amor incondicional dónde no enseñas a dejar la comodidad y el cónfort para prepararnos a responder a tu llamada atravez de tu palabra para hacer mansos y humildes como tú hacías nuestros hermanos

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