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Parroquia "San José de Chacao"
Página Web Oficial del Complejo Parroquial "San José de Chacao" – Arquidiócesis de Caracas
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Ante tantos males ideológicos, culturales, sociales y espirituales que rodean a la familia de hoy, creo necesario, que en nuestra Parroquia San José de Chacao, iniciemos algún itinerario de oración y formación que provea a las familias de algunas herramientas que le permitan afrontar con la entereza cristiana los males que tienen su origen en el pecado y por tanto en el misterio de la iniquidad. A continuación, quisiera en mi condición de párroco, presentarles la propuesta de la Consagración al Sagrado Corazón de Jesús que, en este primer artículo les presento.
Importancia de la Consagración
El hombre ha sido creado a imagen y semejanza de Dios, y ha sido creado para vivir junto a Él (cf Gén 2, 8-25). No obstante, a causa del mal uso de su libertad entró el pecado en su vida y por tanto en el mundo. Para salvarnos de esa realidad, Jesús, por su propia voluntad y por amor al Padre, por su Encarnación entra en el mundo; y gracias a su Muerte y Resurrección nos ha redimido del pecado, pagando como precio el valor infinito de su sangre. Por tanto, es Dios quien toma la iniciativa de salvarnos, pero siempre, respetando nuestra libertad.
Es así, como Dios nos abre su corazón y nos llama, invitándonos a introducirnos en su misma divinidad para vivir junto a Él. En este sentido, es importante recordar que en el Bautismo, hemos sido consagrados a Él por el nuevo nacimiento (cf. Jn 3,3-6). Todo el itinerario de iniciación cristiana no hace más que ratificar nuestra consagración a Él. De hecho, el sacramento de la Confirmación es un «sí» a querer ser hijos suyos y a vivir con Él y como Él. Por ello y para ayudarnos a decir sí, Jesús nos regala el Espíritu Santo. Luego, a medida que vamos creciendo y madurando, si somos fieles al Señor mediante la escucha de su Palabra, la celebración de los sacramentos y la vida de oración, vamos creciendo en la virtudes cristianas. Aquí, es muy importante la vida de oración, porque puede el Señor a través de este diálogo, llamarnos a una mayor intimidad con Él, impulsándonos a una nueva consagración.
Respecto a esto, el Papa Pío XI, en su encíclica Miserentíssimus, dedicada al Corazón de Cristo, explicaba que: “Con la Consagración ofrecemos al Corazón de Jesús nuestras personas y todas nuestras cosas, reconociéndolas recibidas de la eterna caridad de Dios”.
Por otra parte, Papa Francisco en su Exhortación Apostólica Gaudete et Exultate, nos ha recordado que todos estamos llamados a la santidad y, la santidad consiste básicamente en conformar nuestra voluntad a la voluntad de Dios. Dejar que sea Cristo el que gobierne mi vida, entregarme a Él, porque confío en su amor infinito por mí y en que su mayor deseo es que yo sea feliz y haga la vida más feliz a los demás aquí en este mundo y más tarde, en la vida eterna que nos ha prometido. Jesús nos quiere santos aquí y ahora.
De aquí surge el centro de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús. Es Jesús quien nos invita a una amistad más íntima, nos introduce en su corazón revelándonos sus mismo sentimientos y anhelos de redención y nos invita a colaborar con Él. Nos propone un acuerdo entre amigos… «cuida de Mí y de Mis cosas, que yo cuidaré de ti y de las tuyas”». A esta invitación de amistad respondemos mediante la Consagración, entregándonos en cuerpo y alma a la voluntad.
Decía el Papa San Juan Pablo II, «los discípulos de Cristo de todos los tiempos están llamados a entregarse por la salvación del mundo» (13 de mayo de 1982). Por eso, ¡¡¡No tengamos miedo de entregarnos a Cristo!!! Todos los Santos lo han hecho y han sido felices y ahora son plenamente felices en el Cielo. Ellos saben bien que merece la pena fiarse de Cristo porque… «Si tú le dejas, ¡qué bien lo hará!» (Santa M. Maravillas).
El Señor no se deja ganar en generosidad. Si uno se entrega, El siempre da más, “el ciento por uno”. El Corazón de Jesús promete a las personas que se entreguen a Él: “les daré todas las gracias necesarias para su estado de vida. Les daré paz a sus familias. Las consolaré en todas sus penas. Seré su refugio durante la vida y sobre todo a la hora de la muerte. Derramaré abundantes bendiciones en todas sus empresas, bendeciré las casas donde mi imagen sea expuesta y venerada”. ¡Jesús es un buen amigo!
La familia: Iglesia doméstica, consagrada al Corazón de Jesús
Nos ha dicho el Papa Francisco en su Exhortación sobre la familia que: La familia, reflejo viviente de Dios Trinidad, comunión de amor (Amoris laetitia 11). La familia es la institución más básica de la sociedad y es la primera fuente de enseñanza que tenemos la mayoría de los seres humanos. La familia es una escuela de amor, una “Iglesia doméstica”, lugar donde los padres se convierten en los primeros maestros de la fe para sus hijos (Amoris laetitia 16). Es fuente de las mayores alegrías y también de grandes sufrimientos.
Juan Pablo II decía a recién casados: “A ustedes os dirijo la exhortación paternal de que tengan fija la mirada en el Sagrado Corazón de Jesús, Rey y centro de todos los corazones. Aprendan de Él las grandes lecciones de amor, bondad, sacrificio, piedad, tan necesarios en todo hogar cristiano. Sacarán de Él fuerza, serenidad, alegría auténtica y profunda para su vida conyugal. Atraerán su bendición si su imagen está siempre, además de impresa en sus almas, expuesta y honrada entre las paredes domésticas” (Audiencia General 13-VI-1979). ¿Debiéramos incorporar la preparación a esta consagración en la Catequesis Prematrimonial?
Consagrar la familia al Sagrado Corazón
Entregar la familia al Corazón de Jesús es considerarle a Él desde ese momento como el Rey de la casa, como el amigo íntimo al que se le ama, con el que se vive, al que se obedece y también quien aconseja, consuela, cura y salva. Es Señor y Amigo. Por la consagración, la familia se entrega a Cristo y se hace disponible a Él y para Él, comprometiéndose a colaborar en la Redención siendo apóstol y testigo del Amor Trinitario, la gran familia divina.
Esta consagración es tan importante que no se puede improvisar… Requiere formarse en primer lugar en el misterio del amor del Corazón de Cristo; luego, acordar en familiael día de la consagración y entronizar -invitando a un sacerdote- la imagen del Corazón de Jesús en el hogar en un lugar destacado, reconociéndole como Rey y Señor del hogar[1]. Luego y ante esa imagen, la familia hace el propósito de vivir una vida enteramente cristiana en su presencia.
¡Liberemos las familia de tantos males que hoy día le rodean!
Seguiremos hablando sobre el tema en otros artículos…
[1] Esto nos recuerda la sucedido en la casa de Zaqueo que nos narra Luca 19, 1-10.