La Santidad, el llamado de todo bautizado (3)

Apocalipsis 5,8

“Cuando recibió el libro, los cuatro seres vivos y los veinticuatro ancianos se postraron ante el Cordero, con una cítara cada uno y con copas de oro llenas de perfumes, que son las oraciones de los Santos.”

Empezando por el final de la biblia, vemos que los Santos ya tienen presencia frente del trono del Señor. 

Esos Santos a los que insistentemente se ha hablado en la revelación de Dios a los hombres, son todos aquellos que han tenido mérito suficiente para estar en su presencia, y que sus voces en forma de oración, claman a Dios por todos aquellos que todavía están en el tránsito de este mundo.

Sus oraciones suben al cielo como el humo del incienso, así suben las nuestras cuando oramos.

Vemos entonces que los santos DEBEN Orar y para que sus oraciones tengan más impacto, entonces debemos orar insistentemente como aquella mujer que pedía al juez le hiciera justicia. 

Y se le hizo justicia.

Éxodo 32,11-14

“Moisés entonces suplicó al Señor, su Dios, diciendo:

—¿Por qué, Señor, ha de inflamarse tu cólera contra tu pueblo, ¿al que has sacado del país de Egipto con gran poder y mano fuerte? ¿Por qué dar pie a que digan los egipcios: «Por malicia los ha sacado para matarlos entre las montañas y exterminarlos de la faz de la tierra»? 

Aplaca el furor de tu cólera y renuncia al mal con que amenazas a tu pueblo. 

Acuérdate de Abrahán, de Isaac y de Israel, tus siervos, a quienes juraste por ti mismo diciendo: «Multiplicaré la descendencia de ustedes como las estrellas del cielo; y toda esta tierra que les he prometido se la daré a su descendencia, para que la posean en herencia, para siempre».

El Señor renunció al mal que había anunciado hacer contra su pueblo.”

Aquí, durante nuestra estadía en este mundo, es palpable que el llamado a la santidad no es una consigna de “mercadeo de ideas” o una “moda” de los tiempos.

Es y debe ser una realidad palpable a los ojos de Dios, para que así, nuestro ejemplo sea visto por el Señor como una ofrenda agradable y pueda entonces intervenir para aplacar el sufrimiento que su pueblo tiene en cada una de sus realidades.

Job 5,1

“Llama, pues. ¿Habrá quien te responda?

¿A quién de los santos recurrirás?”

Dios mismo reconoce que sus Santos tienen los méritos para interceder por nosotros, simples mortales, frente al todo poderoso, para recordarle su infinita misericordia con su creación.

Dios también recurre a sus Santos como emisarios, para hacernos ver que hemos desviado el camino y que este camino, no solo nos aleja de Él, sino como niños malcriados, queremos hacer los que nos dé lo que nos dá la gana. 

Jeremías 15,1

“Sin embargo, me dijo el Señor: —Aunque se presentaran ante Mí Moisés y Samuel, no se inclinaría mi alma hacia este pueblo.”

Dios no es tonto, Dios reconoce a sus Santos y su valor ganado con su sudor, sufrimientos y hasta con su propia sangre, pero como buen Padre, sabe que debe corregir al niño desobediente, a aquel insensato que se niega a seguir lo encomendado y que en algún momento se comprometió a hacer.

La Santidad es en sí un estado, donde la Gracia de Dios se manifiesta en el individuo, dotándolo de elementos que le sirven a otros a enderezar su camino, a comparar si esta llevando una vida con principios y valores adecuados y que le será de ayuda para alinearse al plan que Dios tiene para nosotros. 

Lucas 26,7

“Además de todo esto, entre ustedes y nosotros se interpone un gran abismo, de modo que los que quieren atravesar de aquí hasta ustedes, no pueden; ni tampoco pueden pasar de ahí hasta nosotros».”

La apuesta por la Santidad es:  un todo o nada. Como el relato del pobre Lázaro y el rico Epulón, este último pudo ver al necesitado y en algún momento, dejando la dureza de su corazón, alguna obra de misericordia pudo hacer, pero no lo hizo.

Ya en su sitio de tormento y bien ganado por su torpeza, clama a Lazaro que ya está en el seno de Abraham disfrutando del gozo de los Santos de Dios. 

Esta realidad es ya definitiva y no puede ser cambiada.

Ya es tarde para él.

Juan 2,3

“Y, como faltó vino, la madre de Jesús le dijo:

—No tienen vino.”

Los santos en la tierra, pueden hacer constantemente buenas obras para  el necesitado, inclusive no sabiendo este último, que requiere de algo. 

El llamado a la santidad nos impulsa a tener los oídos y ojos constantemente abiertos y atentos a las necesidades de aquel, que Dios mismo nos ponga en el camino.

¿Se recuerdan de esta expresión: Tenia hambre y me diste que comer, tenía sed y me diste de beber?

El necesitado está a tu lado, está en frente tuyo, viene o ya está en tu camino, sale a tu encuentro y no importa qué situación se presente, un seguidor de Jesús presto y dispuesto al llamado de la Santidad, sabrá reconocer que es su Señor, en “apariencia de necesitado”, está esperando que actuemos a su imitación y así ganarse el “cetro y la corona” 

Mateo 5,14-16

“Ustedes son la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada en lo alto de un monte; ni se enciende una luz para ponerla debajo de un celemín, sino sobre un candelero “para que alumbre a todos los de la casa. Alumbre así su luz ante los hombres, para que vean sus buenas obras y glorifiquen a su Padre, que está en los cielos.”

¿Qué sentido tiene no vivir una vida en santidad?, 

¿Qué ganas con tener una vida y desear vivir sin gozo eterno?,

¿A quién le gusta sufrir o padecer por nada trascendental?,

No hay más gozo que ver los ojos del hermano sorprendido, asombrado, extasiado y hasta sin aliento ni palabras, cuando recibe lo que no estaba esperando, que logra llevarse a la boca el trozo de pan que necesitaba y que no podría procurarse, que, sin pedirlo, un extraño le da una palabra de aliento, de esperanza, un abrazo o una expresión tan básica como: “yo hoy Oraré a Dios por tí”.

Estamos a tiempo de cambiar.

Estamos a tiempo de querer encontrar a Jesús que pareciera que juega a las escondidas con nosotros y encontrarlo en el otro, en el hambriento, en el sediento, en el que no sabe, en el necesitado,

en aquel que está lleno de nada y vacío de todo.

El día de cambiar es HOY y la forma más fácil de dar los primeros pasos, es imitar a la persona más perfecta que ha existido y no existirá otro como Él.

Nuestro mejor modelo no es otro que nuestro Señor Jesús.

Demos Gloria a Dios por nuestro Rey. 

Viva Cristo Rey.

Cita

Objeto

La importancia de ser amigo de Dios.

La acción de los Santos a nuestro favor.

Apocalipsis 5,8

Los Santos en el cielo llevan nuestras suplicas ante Dios.

Éxodo 32,11-14

El Santo en la tierra ruega por nosotros.

Job 5,1

Se puede invocar a algún santo para pedir ayuda

Jeremías 15,1

Ejemplos de Santos en presencia de Dios

Lucas 26,7

El rico epulón pidiéndole a un Santo (Lázaro) intersección por él.

Juan 2,3

Otro ejemplo de un Santo intercediendo por nosotros.

Mateo 5,15-16

Cierre y conclusión – Ser luz

1 comentario en “La Santidad, el llamado de todo bautizado (3)”

  1. Q excelente, el mensaje me llegó y es Asi, cuando se consigue a personas pidiendo en la calle vemos a Dios, q hermoso, gracias Orlando Dios te siga bendiciendo junto a tu Bella familia.

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