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Parroquia "San José de Chacao"
Página Web Oficial del Complejo Parroquial "San José de Chacao" – Arquidiócesis de Caracas
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Sin duda alguna, el llamar es una cualidad Tntalmente divina que, especialmente en la Sagrada Escritura, se constata presente desde los orígenes de la historia. Dios, en primer lugar, hace venir a la existencia a todas las criaturas[1], haciendo luego mediador al hombre, cuando le invita a tomar posesión de las cosas llamando a todos los seres[2] para posteriormente, con esa misma llamada, siempre creadora, determinarle una función y un ideal, de forma que llamar, desde Dios como sujeto de tal acción y referencia última de las realidades en las que el hombre descubre el llamado[3], implica un ser nuevo, como en el caso de Abrahán, a quien el cambio de nombre, el ser llamado con un nuevo nombre[4], le implica una nueva manera de existencia; éste es precisamente el sentido bíblico del verbo «llamar» (…). De «hacer venir» se pasa fácilmente a «hacer que llegue a ser». La designación de una nueva función, una «vocación», a menudo lleva consigo un cambio de nombre[5] (Gén 17, 5.15). Dar nombre a un ser es signo de una autoridad delegada de la soberanía de Dios: al invitar a Adán que ponga nombre a todos los seres vivientes, Dios quiere hacer resaltar el dominio del hombre sobre todo el universo.[6]
Luego, tal acontecimiento prefigura la llamada de una comunidad numerosa, reflejado ello en la promesa de un pueblo grande[7], vinculado con Dios desde sus inicios, en Abrahán, Isaac y Jacob[8], nombrado después Israel, y en referencia al que subsiste una estrecha vinculación con el hecho de la elección, cuyo vocablo hebreo bajar comporta “elegir, preferir una cosa o persona a otra”[9] confluyendo, a su vez, con yada’, que se traduce conocer[10], momentos integrantes de su relación con Dios ya que, existiendo un conocimiento mutuo[11], le elige, le separa[12] y le llama a una Alianza que, transmitida por Moisés[13], va “convirtiéndolo al mismo tiempo en preanuncio de la salvación universal y, en etapas más clarificadas, haciendo que se comprometa a edificarla y constituyéndolo en vehículo de esa salvación universal”[14], en función de la cual ha de vivir con una especial orientación a Dios.
Seguidamente, hace llamados singulares en orden a una tarea determinada para desarrollar un ministerio particular (juez, profeta, rey, sacerdote, etc.) que procura contribuir al crecimiento y formación del pueblo de Dios[15]. Estas llamadas personales conforman “el fenómeno de la «vocación divina» en su sentido más riguroso y técnico”[16]. Así, leídas e interpretadas a la luz de aquella primera experiencia colectiva de la que derivan y en la que están insertas, a saber, el llamado del pueblo de Israel, conllevan a vislumbrar en la propia vida de los que son objeto de las mismas, directa o indirectamente[17], lo que ya se ha nombrado: conocimiento[18]-elección/llamada[19]. Ellas encaminan a una misión que sintoniza con el llamado primordial a vivir como pueblo elegido, en el recuerdo constante de las exigencias de la Alianza, denunciando y anunciando, en el caso de los profetas, en miras a un horizonte de restauración y salvación universal[20]. Con tales presupuestos, es claro que “si la llamada de Dios está dirigida a un individuo concreto, este individuo está orientado a una comunidad”[21] y, consiguientemente, la vocación deviene conocimiento de Dios, eterno llamante, sobre alguien, en quien se fija y lo escoge para llamarlo a una misión en favor de sus paisanos. Así visto, la historia del pueblo de Israel es constitutivamente vocacional; y es en esta donde nacerá Jesús, el Verbo Encarnado, la Palabra del Padre al Mundo, la Llamada al Reino.
Pbro. Luis Antonio García Thomas.
[1]Cfr. Rm 4,17.
[2]Cfr. Gn 2, 19-20.
[3]Cfr. Morata, A.; Zueco, V.; Comendador, J. y Lavaniegos, E. (ed.), Curso básico de pastoral vocacional: manual para una iniciación en la pastoral vocacional, p. 33.
[4]“No te llamarás ya Abrán, sino que tu nombre será Abrahán, porque yo te hago padre de una muchedumbre de pueblos.” (Gn. 17, 4-5). Dios llama a Abrahán a ser padre. Su vocación está en su paternidad, es su nuevo sentido manifestado en el nuevo nombre.
[5]Con esta afirmación se comprende la transformación que la vocación acarrea a la totalidad del hombre.
[6]Centro Diocesano de Vocaciones de Lille, “El misterio de la vocación en la Biblia” en Spick C.(ed.) Estudios sobre la vocación, p. 18.
[7]Cfr. Gn 12, 2.
[8]Dios se presenta a Moisés, mediador de la alianza y sacado de entre el pueblo elegido, como el Dios de sus padres: Abrahán, Isaac y Jacob (cfr. Ex 3, 6).
[9]García J., Servir a la mejor causa: llamada divina y respuesta humana según el pensamiento bíblico, p. 23.
[10]Cfr. García J., Servir a la mejor causa: llamada divina y respuesta humana según el pensamiento bíblico, p. 24.
[11]El pueblo conoce a Dios por transmisión oral y hechos como la liberación (cfr. Ex 14, 30), pero Dios le conoce desde antes.
[12]Cfr. Nm 23, 9.
[13]Cfr. Ex 19, 5-6.
[14]Luzarraga J., Espiritualidad Bíblica de la Vocación, p. 33.
[15]Cfr. Conti M. en Favale A., (coord.), Vocación común y vocaciones específicas: aspectos bíblicos, teológicos y psico-pedagógico-pastorales I, p. 101.
[16]García J., Servir a la mejor causa: llamada divina y respuesta humana según el pensamiento bíblico, p. 22.
[17]Puede ser que Dios mismo se presente y transmita la llamada, como a Moisés (cfr. Ex 3, 1-6), Oseas (cfr Os 1, 1-2), Isaías (cfr. Is 6, 1-13) o Jeremías (cfr. Jr 1, 4-5), o se valga de otros para comunicarla como del mismo Moisés con Aarón (cfr. Ex 4, 10-16) y Josué (cfr. Ex 31, 7-8), Samuel con Saúl (cfr. 1S 9, 17-19.26b; 10, 1-8) y David (cfr. 1S 16, 1-13), Eliseo con Jehú (cfr. 2 Re. 9, 1-13).
[18]Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, 50. Dios ya conoce al hombre y éste le conoce luego por una libre Revelación suya.
[19]En los relatos vocacionales del Antiguo Testamento existe un interconocimiento Dios-hombre al que sigue la simbiosis inseparable elección-llamada porque de todo llamado, individuo o pueblo, puede decirse que es un elegido, esto es, un separado para Dios, en función del pueblo.
[20]Cfr. Is 66, 18-21; Ez 36, 24-28.
[21]Luzarraga J., Espiritualidad Bíblica de la Vocación, p. 33.