Miércoles Santo. ¿Acaso seré yo Maestro?

Ya han transcurrido tres días desde el recibimiento de Jesus en su entrada en Jerusalén, ya muchos de los que le seguían y gritaban vítores y alabanzas al Señor, hoy se confabulan para acabar con la vida de un liberador que no estaba a la estatura de las expectativas de sus ideales y pensamientos. hoy son ellos que en medio de la noche traman darle fin a el mismo que hacía semanas atrás daba de comer, sanaba y curaba enfermos, liberando a muchos de sus dolencias y de espíritus malignos. Ya ha llegado la hora de que Jesús vuelva al Padre, pero antes debe anunciar su muerte. Este evangelio está lleno de detalles que a simple vista no son captados sino somos capaces de sumergirnos en el mismo.

Era la cena de pascua un momento de gran significado para el pueblo judio. Imaginemos cómo era ese momento, cómo estaba dispuesta la sala, la mesa, cada detalle, y lo más importante, contemplemos la presencia del Señor allí en medio de ellos. Alrededor de la mesa estan los mismos que Él había elegido, los que Él había enviado a anunciar la buena noticia, los que con el poder que de Él recibieron expulsaban demonios y curaban enfermos, los que al regresar lo hacían alegres de haberlo realizado todo en nombre de Jesús. y Judas era uno de ellos.

Judas también fue elegido, tal como lo describe Lucas en su evangeliio en el que presenta al Señor pasar la noche orando y al bajar de la montaña eligir a 12 para ser sus apóstoloes. Era judas uno ques los 12, uno de los que comía con Jesús y se sentaba a su lado.  Judas también era uno de a quienes el Señor le explicaba las escritura y las parábolas: sin lugar a dudas era uno de los privilegiados. Pero algo sucede en la vida de Judas, pues poco a poco fue apartando su mirada del Maestro y su interés en Él se fue diluyendo, comenzó a acomodarse para sí mismo, su ideal de Jesús ya no era para nada lo que realmente él esperaba. Judas se dejó envolver por sus ambiciones y esto termina por separarlo de la fuente de la vida que es Jesús, pensando que traicionarlo es ganar más que andar con Él. Lo traiciona por 30 monedas de plata que no son nada, porque Jesús vale mucho más que eso, sin embargo para aquel que pierde la mirada en Jesús eso es suficiente, para aquel que aparta la mirada de Jesús todo lo que le den por más miserable que sea, eso le basta.

Sin lugar a dudas este evangelio nos hace tocar nuestra realidad. ¿Somos nosotros capaces de fijar nuestra mirada en Jesús o nos dejamos envolver por la avaricia, los placeres, las ansias de poder que hacen que lo traicionemos? Judas no entendió el verdadero valor que tiene el Señor y aunque se da cuenta del error cometido trata de enmendarlo, cometiendo otro, quiere comprar la libertad de Jesus devolviendo las monedas. Lo mejor era haberle pedido perdón y así poder experimentar la misericordia de Dios, pero eso pasa cuando perdemos de vista al Señor.

Este texto sagrado nos invita a reconocer al Señor como la fuente de nuestras vidas, y nos hace entender que cualquiera de nosostros puede llegar a traicionarlo si desviamos nuestra mirada de Él.

Dios es bueno

Diácono Freddy Obregón

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