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Parroquia "San José de Chacao"
Página Web Oficial del Complejo Parroquial "San José de Chacao" – Arquidiócesis de Caracas
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Cardenal Baltazar Porras Cardozo
El miércoles santo entre nosotros tiene nombre que evoca la cercanía de Dios, el aroma de la salud y la esperanza que no defrauda. Sin embargo, en la tradición bíblica no así. Ser nazareno indicaba ser miembro de una secta con características un tanto especiales que no eran del agrado de la sociedad. Eran considerados espúreos, marginados de la vida considerada normal. A Jesús le dan el calificativo de nazareno por el pueblo, Nazaret, donde vivió en compañía de María y José la mayor parte de su vida. Era un villorro, en la Galilea, lejano y perdido en el horizonte de los jerosolimitanos. Tan insignificante, que no figura en la biblia sino en los evangelios. No era, pues, una buena carta de presentación el afirmar que procedía de una localidad casi desconocida y sin nada que ofrecer para ser tomada en cuenta.
Pero para nosotros, los venezolanos, hablar de “El Nazareno” es otra cosa. La piedad popular tiene tres momentos relevantes en la tradición religiosa de nuestro pueblo. El tiempo de adviento-navidad, el más rico en expresiones de diversa índole, las fiestas patronales de la Virgen o de algún santo, y la cuaresma-semana santa. Esta última, desde el domingo de Ramos hasta la Vigilia Pascual, goza de buena salud. La bendición de ramos, entre nosotros de palma, por la abundancia de ella en nuestras montañas y campos, aunque en otros países los ramos son de diversos árboles. Hacer con las palmas cruces para adornar algunos lugares de la casa, bien sea en las puertas o en el altar familiar, era y es bastante común. En momentos de fuertes tormentas o terremotos, poner el ramo en medio del patio para “aplacar” la furia de la naturaleza, era costumbre de nuestros mayores.
El Miércoles Santo tiene entre nosotros categoría de feria mayor. No es exagerado afirmar que los días más concurridos por los fieles y devotos, son el miércoles y el viernes santos. Muchos en estas fechas se acuerdan de acercarse a la iglesia o participar en la procesión, pagar promesa vistiéndose con un camisón morado, para darle relevancia a la solicitud de intercesión divina, mirando a lo alto para encontrar lo que le es negado en este valle de lágrimas.
Desde los inicios de la evangelización, hace más de quinientos años, en las mentes de los hombres de a pie que buscaron fortuna en nuestras tierras, trajeron consigo sus tradiciones, su cultura y las expresiones de la fe católica que, sobre todo, en el sur de la Península ibérica, en Andalucía y Extremadura, la vivieron y trasmitieron en el mestizaje que engloba la religiosidad popular. El Concilio Plenario de Venezuela se hace eco de esta realidad cuando pone en primer lugar, la devoción al Nazareno, a la Virgen y a los Santos. Añade, a continuación, la presencia de muchos valores: “sentido de la providencia, confianza en el Señor, expresiones religiosas de carácter corporal y festivo, dimensión comunitaria” (Doc. Proclamación profética del evangelio, 16-17).
El Nazareno de San Pablo, devoción caraqueña desde el siglo XVII, está vinculada a la tradición de la intercesión sanadora en medio de epidemias devastadoras. “El limonero del Señor”, poema de Andrés Eloy Blanco, recoge en bellas estrofas la curación y desaparición de la peste negra que azotó a la capital. Esto le ha conferido carta de ciudadanía y arraigo popular. Pero no solo en la capital. No hay ciudad o pueblo en nuestro extenso territorio que no conserve una imagen del Nazareno, confeccionada en España o creación de los artistas y artesanos nativos. Achaguas es una de esas localidades que se precia de la imagen regalada por el General José Antonio Páez. Guacara en el estado Carabobo, Cumaná en la parroquia de Santa Ana, en los llanos. Barquisimeto, Maracaibo y los Andes, junto a Guayana y el oriente, tienen cofradías y hermandades que mantienen viva tan hermosa tradición.
Este año, en medio del confinamiento por prescripción sanitaria, el Nazareno en casa, ha sido celebrado y añorado por infinidad de familias, pidiendo la intercesión del Jesús sufriente por la paz, la salud y la fraternidad de los venezolanos. “¡Oh, Señor, Dios de los Ejércitos! ¡La peste aléjanos, Señor…! De lo profundo del cortejo partió la flecha de una voz: ¡Milagro…! ¡Es bálsamo, cristianos, el limonero del Señor…!”. No pedimos soluciones mágicas, pero sí, que nosotros, enfermos de egoísmo y de menosprecio de la vida, sepamos dar la vida para que todos la tengan en plenitud.