NOVENA AL ESPÍRITU SANTO. Noveno día: La salvación sobre la tierra y en la eternidad

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.


INVOCACIÓN AL ESPÍRITU SANTO

Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor.

Oh, Espíritu Santísimo y digno de adoración,
hazme entender tu dulce y amable voz.
Quiero estar ante ti como una pluma ligera,
para que tu aliento me lleve a donde quiera
y yo no le oponga jamás la más mínima resistencia.

(P. François Libermann)

INTRODUCCIÓN A LA PALABRA DE DIOS

Leemos en el Apocalipsis (que significa «revelación») la descripción del mundo re-creado en el Espíritu Santo por medio de Cristo Jesús. El mundo aún está en construcción aquí en la Tierra, pero en Dios ya está terminado. El Espíritu Santo, viviendo en los discípulos de Jesús, les abre los ojos para hacerles ver que Dios está con ellos. El Espíritu les hace vivir en la esperanza que no defrauda.


LA PALABRA DE DIOS en el Apocalipsis (Ap 21,1-14)

Luego vi un cielo nuevo y una tierra nueva —porque el primer cielo y la primera tierra desaparecieron, y el mar no existe ya. Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que bajaba del cielo, de junto a Dios, engalanada como una novia adornada para su esposo. Y oí una fuerte voz que decía desde el trono: “Esta es la morada de Dios con los hombres. Pondrá su morada entre ellos y ellos serán su pueblo y él, Dios-con-ellos, será su Dios. Y enjugará toda lágrima de sus ojos, y no habrá ya muerte ni habrá llanto, ni gritos ni fatigas, porque el mundo viejo ha pasado”.

Entonces dijo el que está sentado en el trono: “Mira que hago nuevas todas las cosas”. Y añadió: “Escribe: Estas son palabras ciertas y verdaderas”. Me dijo también: “Hecho está; yo soy el Alfa y la Omega, el Principio y el Fin; al que tenga sed, yo le daré del manantial del agua de la vida gratis. Esta será la herencia del vencedor: yo seré Dios para él, y él será hijo para mí. Pero los cobardes, los incrédulos, los abominables, los asesinos, los impuros, los hechiceros, los idólatras y todos los embusteros tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda”.

Entonces vino uno de los siete ángeles que tenían las siete copas llenas de las siete últimas plagas, y me habló diciendo: “Ven, que te voy a enseñar a la Novia, a la Esposa del Cordero”. Me trasladó en espíritu a un monte grande y alto y me mostró la ciudad santa de Jerusalén, que bajaba del cielo, de junto a Dios, y tenía la gloria de Dios. Su resplandor era como el de una piedra muy preciosa, como jaspe cristalino. Tenía una muralla grande y alta con doce puertas; y sobre las puertas, doce ángeles y nombres grabados, que son los de las doce tribus de los hijos de Israel; al oriente tres puertas; al norte tres puertas; al mediodía tres puertas; al occidente tres puertas. La muralla de la ciudad se asienta sobre doce piedras, que llevan los nombres de los doce apóstoles del Cordero.


MEDITACIÓN

Cristo, nuestro Salvador, nos hace entrar en el mundo reconciliado con Dios.

Él nos abre el cielo y nos hace vivir en una tierra nueva. El mundo antiguo, separado de Dios, se ha ido y el mar, símbolo del mal en la Biblia, ya no existe. El mundo nuevo desciende de Dios, se construye sobre la tierra, mientras que el Espíritu de Dios adorna a la esposa de Cristo con su belleza. A través de su Espíritu que transforma los corazones, Dios habita en su pueblo. Seguro de su fe, este pueblo sabe que la muerte, la cual es la separación de Dios, ya no existe para los creyentes. Dios es para ellos y ellos son para él. Los creyentes están invitados a ver cómo desciende desde Dios la Jerusalén santa, para ser el pueblo de Dios sobre la tierra. Este pueblo, que es la Iglesia, resplandece con la gloria de Dios, en la medida en que es santo y está animado por el Espíritu.


SILENCIO DE LA COMUNIÓN CON DIOS

Habla, Señor, que tu siervo escucha. Explícame los secretos de la vida.


ORACIÓN A MARÍA

D: Alégrate, Reina del cielo, aleluya.
R: Porque el Señor a quien has merecido llevar, aleluya.

D: Ha resucitado según su palabra, aleluya.
R: Ruega al Señor por nosotros, aleluya.

D: Gózate y alégrate, Virgen María, aleluya.
R: Porque en verdad el Señor ha resucitado, aleluya.

Oremos: oh, Dios, que por la resurrección de tu Hijo, Jesucristo, has llenado de alegría el mundo, concédenos, por intercesión de su Madre, la Virgen María, llegar a alcanzar los gozos eterno. Por nuestro Señor Jesucristo. Amén.

(Antífona litúrgica del tiempo pascual)

Dios te salve, Madre, Reina del mundo.
Tú eres la Madre del Amor Hermoso.
Tú eres la Madre de Jesús, la fuente de todas las gracias,
el perfume de toda virtud, el espejo de toda pureza.
Tú eres nuestro gozo en medio de las lágrimas,
nuestra victoria en la batalla,
nuestra esperanza en la muerte.
Te lo suplicamos, guíanos después de este exilio,
hacia la posesión de tu Hijo Jesús.

(San Juan Pablo II)


ORACIÓN AL ESPÍRITU SANTO  (San Agustín)

Oh amor divino, oh vínculo sagrado
que une al Padre y al Hijo,
Espíritu todopoderoso, fiel consolador de los afligidos,
penetra en el abismo profundo de mi corazón
y haz brillar tu luz deslumbrante.
Difunde tu dulce rocío sobre esta tierra desierta,
para que cese su larga sequía.
Envía los rasgos celestiales de tu amor
hasta el santuario de mi alma,
para que penetrando enciendan llamas ardientes
que consuman todas mis debilidades,
negligencias y postración.
Ven pues, ven, dulce consolador de las almas desoladas,
refugio en los peligros y protector en la angustia.
Ven, tú que lavas las almas de sus impurezas y sanas sus heridas.
Ven, fuerza del débil, apoyo del que cae.
Ven, doctor de los humildes y conquistador de los orgullosos.
Ven, padre de los huérfanos, esperanza de los pobres,
tesoro de los necesitados.
Ven, estrella de los navegantes,
puerto seguro para los náufragos.
Ven, fortaleza de los vivos y salvación
de los que están a punto de morir.
Ven, Espíritu Santo,
ven y ten piedad de mí.
Haz mi alma sencilla, dócil y fiel,
y sé condescendiente con mi debilidad,
con tanta bondad que mi pequeñez encuentre gracia
ante tu grandeza infinita;
mi desamparo ante tu fuerza,
ante la inmensidad de tu misericordia, mis ofensas.
Por Nuestro Señor Jesucristo, mi Salvador.
Amén.


Oremos por la Iglesia, por el mundo, por nuestros conocidos y por nosotros mismos:

(Intenciones libres)

Padrenuestro, Avemaría y Gloria


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