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Parroquia "San José de Chacao"
Página Web Oficial del Complejo Parroquial "San José de Chacao" – Arquidiócesis de Caracas
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Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor.
Oh, Espíritu Santísimo y digno de adoración,
hazme entender tu dulce y amable voz.
Quiero estar ante ti como una pluma ligera,
para que tu aliento me lleve a donde quiera
y yo no le oponga jamás la más mínima resistencia.
Dios no abandonó a la humanidad en su rebeldía. El ha sido el Buen Pastor que busca su oveja perdida. Noé, Abrahán, los patriarcas, Moisés, David, los profetas son testigos del amor de Dios que busca al hombre para restablecer su amistad con él. Jesús será víctima del mal que reina en la humanidad, él le muestra el camino hacia Dios y entrega su vida en sacrificio para reconciliar a la humanidad con Dios. Él restablece la paz con Dios enviando al Espíritu Santo para la reconciliación. Aquel que recibe al Espíritu es amigo de Dios, está en Dios.
Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos con un mismo objetivo. De repente vino del cielo un ruido como una impetuosa ráfaga de viento, que llenó toda la casa en la que se encontraban. Se les aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos; se llenaron todos de Espíritu Santo y se pusieron a hablar en diversas lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse. Residían en Jerusalén hombres piadosos, venidos de todas las naciones que hay bajo el cielo.
Al producirse aquel ruido la gente se congregó y se llenó de estupor, porque cada uno les oía hablar en su propia lengua. Estupefactos y admirados decían: “¿Es que no son galileos todos estos que están hablando? Pues ¿cómo cada uno de nosotros los oímos en nuestra propia lengua nativa: Partos, medos y elamitas; los que habitamos en Mesopotamia, Judea, Capadocia, el Ponto, Asia, Frigia, Panfilia, Egipto, la parte de Libia fronteriza con Cirene; los romanos residentes aquí, tanto judíos como prosélitos, cretenses y árabes, los oímos proclamar en nuestras lenguas las maravillas de Dios? Todos estaban estupefactos y perplejos y se decían unos a otros: “¿Qué significa esto?”. Otros, en cambio, decían riéndose: “¡Están llenos de vino!”.
Entonces Pedro, presentándose con los Once, levantó la voz y les dijo: “Judíos y todos los que viven en Jerusalén: Que les quede esto bien claro y presten atención a mis palabras: Estos no están borrachos, como ustedes suponen, pues son las nueve de la mañana, sino que es lo que dijo el profeta: Sucederá en los últimos días, dice Dios: «Derramaré mi Espíritu sobre todo mortal y profetizarán sus hijos y sus hijas; sus jóvenes verán visiones y sus ancianos soñarán sueños». Israelitas, escuchen estas palabras: A Jesús, el Nazareno, hombre acreditado por Dios ante ustedes con milagros, prodigios y signos que Dios realizó por su medio entre ustedes, como ustedes mismos saben, a éste, que fue entregado según el determinado designio y previo conocimiento de Dios, ustedes lo mataron clavándolo en la cruz por mano de unos impíos; a éste Dios le resucitó librándolo de los lazos del Abismo, pues no era posible que lo retuviera bajo su dominio».
La obra de Jesús sobre la Tierra culmina cuando entrega su vida siendo víctima del pecado del mundo. En favor de los hombres que lo entregan a la muerte, él ofrece a Dios la fidelidad perfecta de su amor filial. Dios también lo recibe y lo recibe junto con todos sus hermanos los hombres. La reconciliación de la humanidad con Dios se realiza por el don del Espíritu Santo. Cuando el Espíritu viene a habitar en el corazón del hombre, lo hace renacer como hijo de Dios. En Pentecostés, el aliento de Dios viene a renovar la faz de la Tierra: pone fin a la división de Babel; todos ahora pueden entenderse y amarse, porque todos son animados por el mismo Espíritu. A través de él, ellos están en comunión filial con Dios.
Habla, Señor, que tu siervo escucha. Explícame los secretos de la vida.
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia
—como lo había prometido a nuestros padres—
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu
Ven, Espíritu Creador,
visita las almas de tus fieles
llena con tu divina gracia,
los corazones que creaste.
Tú, a quien llamamos Paráclito,
don de Dios Altísimo,
fuente viva, fuego, caridad
y espiritual unción.
Tú derramas sobre nosotros los siete dones;
tú, dedo de la diestra del Padre;
tú, fiel promesa del Padre;
que inspiras nuestras palabras.
Ilumina nuestros sentidos;
infunde tu amor en nuestros corazones;
y, con tu perpetuo auxilio,
fortalece la debilidad de nuestro cuerpo.
Aleja de nosotros al enemigo,
danos pronto la paz,
sé nuestro director y nuestro guía,
para que evitemos todo mal.
Por ti conozcamos al Padre,
al Hijo revélanos también.
Creamos en ti, su Espíritu,
por los siglos de los siglos.
Gloria a Dios Padre,
y al Hijo que resucitó,
y al Espíritu Consolador,
por los siglos de los siglos.
Amén.
(Intenciones libres)
Padrenuestro, Avemaría y Gloria