Principales Servicios y Actividades
Bienvenido a este espacio donde podrás encontrar los principales enlaces e información sobre nuestras actividades
Parroquia "San José de Chacao"
Página Web Oficial del Complejo Parroquial "San José de Chacao" – Arquidiócesis de Caracas
Bienvenido a este espacio donde podrás encontrar los principales enlaces e información sobre nuestras actividades
Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor.
Oh, Espíritu Santísimo y digno de adoración,
hazme entender tu dulce y amable voz.
Quiero estar ante ti como una pluma ligera,
para que tu aliento me lleve a donde quiera
y yo no le oponga jamás la más mínima resistencia.
Cuando José y María llevan al niño Jesús al Templo para ofrecerlo al Señor, el anciano Simeón reconoce, impulsado por el Espíritu Santo, que el tiempo de la salvación ha llegado. Pero también le anuncia a María los sufrimientos que tendrá que padecer a causa de su hijo: él será signo de contradicción.
Cuando se cumplió el tiempo prescrito por la ley de Moisés para la purificación, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén para presentarlo al Señor, según lo que está escrito en la Ley: Todo varón primogénito será consagrado al Señor. Ellos fueron también a ofrecer el sacrificio prescrito por la ley del Señor: un par de tórtolas o dos pichones.
Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón. Era un hombre justo y piadoso, y esperaba el consuelo de Israel; y estaba en él el Espíritu Santo. El Espíritu Santo le había revelado que no vería la muerte antes de haber visto al Cristo del Señor. Movido por el Espíritu, vino al Templo; y cuando los padres introdujeron al niño Jesús, para cumplir lo que la Ley prescribía sobre él, le tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo:
“Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz; porque han visto mis ojos tu salvación, la que has preparado a la vista de todos los pueblos, luz para iluminar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel”.
Su padre y su madre estaban admirados de lo que se decía de él. Simeón los bendijo y dijo a María, su madre: “Éste está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y como signo de contradicción —¡y a ti misma una espada te atravesará el alma!— a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones”.
Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, de edad avanzada. Casada en su juventud, había vivido siete años con su marido, y luego quedó viuda hasta los ochenta y cuatro años; no se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día en ayunos y oraciones. Presentándose en aquella misma hora, alababa a Dios y hablaba del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén. Así que cumplieron todas las cosas según la Ley del Señor, volvieron a Galilea a su ciudad de Nazaret. El niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre él
María y José viven bajo la mirada del Señor, observan fielmente la ley de Moisés. Llevan a su bebé al Templo para consagrarlo al Señor. Allí se encuentran con un hombre religioso que se les acerca movido por el Espíritu Santo. Reconoce al Mesías en el pequeño Jesús, lo cual asombra a los padres. Del mismo modo Ana, también muy religiosa, alaba a Dios por causa de Jesús. Su religiosidad permite a estos sabios elevarse por encima de la vida ordinaria y ver los acontecimientos a la luz del Señor, gracias al Espíritu Santo.
Simeón anuncia a María que su Hijo encontrará oposición y provocará la caída de muchos. A ella misma le traspasarán el corazón de dolor. Estas penas y sufrimientos alcanzarán a todos aquellos que sigan a Jesús. Salir del mundo, que ignora o desprecia a Dios, para entrar al reino de Dios, no se hace sin lucha: requiere la fuerza y la luz del Espíritu Santo.
Habla, Señor, que tu siervo escucha. Explícame los secretos de la vida.
Hoy contigo, Madre Dolorosa, al pie de la cruz,
sentí —más profundamente que nunca— que aquí,
y solamente aquí, tú te convertiste en nuestra Madre.
Las madres de la tierra también cumplen fielmente
la última voluntad de sus hijos.
Pero tú te has convertido en la Sierva del Señor;
tu vida está totalmente dedicada a la vida
y al ser de Dios hecho hombre.
Y has escondido a tus hijos en tu corazón
y adquirido una vida nueva para cada uno de ellos
por la sangre de tus amargas penas.
Nos conoces a todos, con nuestras heridas y defectos;
pero también conoces el brillo celestial
con el que el amor de tu Hijo nos rodeará allá en lo alto.
Dirige con atención nuestros pasos titubeantes
y que ningún precio te parezca demasiado alto
con tal de llevarnos al cielo.
Pero aquellos que has elegido como compañeros
para estar contigo ante el trono eterno
deben estar aquí en la tierra al pie de la cruz
y, por la sangre de tus amargos dolores,
adquirir la gloria celestial para las almas
que el Hijo de Dios les confió. Amén.
(…) Espíritu Santo, mano de Dios que da forma.
¿Eres tú quien creó el espejo transparente,
cercano al trono del Altísimo, como un mar de cristal
donde la Divinidad se contempla con amor?
Tú te inclinas sobre la obra más bella de tu creación,
reflejo luminoso de tu propio esplendor y de todos los seres,
belleza pura unida a la figura amable de la Virgen,
tu esposa inmaculada, Espíritu Santo, creador del universo.
¿Eres tu el dulce himno de amor y de santo temor
que resuena ante el trono de la Trinidad,
que une en él el sonido puro de todos los seres?
Armonía que une a todos los miembros con la Cabeza
y se extiende, lleno de gozo y libre de cualquier obstáculo,
en tu manifestación, Espíritu Santo, júbilo eterno. Amén.
(Intenciones libres)
Padrenuestro, Avemaría y Gloria
Que el Espíritu Santo ilumine nuestro caminar todos los dias de nuestra vida. Amén