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Parroquia "San José de Chacao"
Página Web Oficial del Complejo Parroquial "San José de Chacao" – Arquidiócesis de Caracas
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Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor.
Oh, Espíritu Santísimo y digno de adoración,
hazme entender tu dulce y amable voz.
Quiero estar ante ti como una pluma ligera,
para que tu aliento me lleve a donde quiera
y yo no le oponga jamás la más mínima resistencia.
Después de su evangelio, san Lucas sigue narrando la nueva situación que se creó con la muerte y resurrección de Jesús. En primer lugar, narra los 40 días después de la resurrección de Jesús, durante los cuales Jesús se aparece y pide a los Apóstoles que no abandonen Jerusalén hasta que se cumpla la promesa del Padre. Ellos serán bautizados en el Espíritu Santo. Después se narra la vuelta de Jesús al cielo. A continuación, los Apóstoles están reunidos en el cuarto de arriba, donde ellos solían estar. Están allí, con María, algunas mujeres y hermanos de Jesús, para orar y esperar el don del Espíritu Santo.
El primer libro lo dediqué, Teófilo, a todo lo que Jesús hizo y enseñó desde el principio hasta el día en que, después de haber dado instrucciones por medio del Espíritu Santo a los apóstoles que había elegido, fue levantado a lo alto. A estos mismos, después de su pasión, se les presentó dándoles pruebas de que vivía, dejándose ver de ellos durante cuarenta días y hablándoles del Reino de Dios.
Mientras estaba comiendo con ellos, les ordenó: “No se vayan de Jerusalén, sino aguarden la Promesa del Padre, que oyeron de mí: Porque Juan bautizó con agua, pero ustedes serán bautizados con Espíritu Santo dentro de pocos días”. Ellos, en cambio, habiéndose reunido, le preguntaron: “Señor, ¿es en este momento cuando le vas a restablecer el Reino a Israel?”. Él les contestó: “No es cosa suya conocer el tiempo y el momento que el Padre ha fijado con su propia autoridad; al contrario, ustedes recibirán una fuerza, cuando el Espíritu Santo venga sobre ustedes, y de este modo serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y hasta los confines de la tierra”.
Y dicho esto, fue levantado en presencia de ellos, y una nube lo ocultó a sus ojos. Como ellos estuvieran mirando fijamente al cielo mientras él se iba, se les presentaron de pronto dos hombres vestidos de blanco que les dijeron: “Galileos, ¿por qué permanecen mirando al cielo? Este Jesús, que de entre ustedes ha sido llevado al cielo, volverá así tal como lo han visto marchar al cielo”.
Entonces se volvieron a Jerusalén desde el monte llamado de los Olivos, que está próximo a Jerusalén, la distancia de un camino sabático. Y cuando llegaron, subieron al piso superior, donde vivían, Pedro y Juan; Santiago y Andrés; Felipe y Tomás; Bartolomé y Mateo; Santiago el de Alfeo, Simón el Zelota y Judas de Santiago. Todos ellos perseveraban en la oración, con un mismo espíritu, en compañía de algunas mujeres, y de María la madre de Jesús, y de sus hermanos.
Con los Hechos comienza el tiempo de la Iglesia. Jesús está en el cielo, en la plenitud de Dios. Los Apóstoles se quedan en la Tierra, con la misión de esperar en oración que la promesa del Padre se cumpla por el don del Espíritu Santo. María está con ellos.
Tenemos que imitar a los Apóstoles: orar en la Iglesia con María y esperar el don del Espíritu Santo. Ellos recibirán al Espíritu el día de Pentecostés. El Espíritu va a transformar a estos hombres que, hasta ese momento, encerrados, no se atrevían a dar testimonio de Jesús ante el mundo. Saldrán y anunciarán la Buena Nueva hasta los confines de la Tierra. La promesa del Padre comenzó a realizarse el día de Pentecostés en Jerusalén. Pero esta realización siguió en los Hechos de los Apóstoles cuando el Espíritu vino sobre hombres y mujeres reunidos en oración. A lo largo de la historia de la Iglesia, el Espíritu sigue transformando a las personas que esperan y oran para ser renovadas por el Espíritu. Nosotros también, a lo largo de nuestra vida sobre la Tierra, oramos con María para que el Espíritu haga de nosotros discípulos de Jesús, hijos e hijas de Dios, y mejores testigos de la Buena Nueva.
Habla, Señor, que tu siervo escucha. Explícame los secretos de la vida.
Virgen valiente, inspíranos la fortaleza de alma
y la confianza en Dios, que nos permita superar
todos los obstáculos que encontremos en el cumplimiento
de nuestra misión. Enséñanos a afrontar las realidades del mundo
con un sentido muy agudo de responsabilidad cristiana
y en la gozosa esperanza de la venida del Reino de Dios,
de un nuevo cielo y una nueva tierra.
Tú que, junto con los Apóstoles en oración,
te encontrabas en el Cenáculo esperando la venida
del Espíritu de Pentecostés, pide que se vuelva a difundir
sobre los obispos, sacerdotes, diáconos y sobre todos los fieles,
hombres y mujeres, para que respondan plenamente
a su vocación y misión,
como sarmientos de la verdadera viña,
llamados a llevar mucho fruto
por la vida y salvación del mundo.
1. El Espíritu de Dios está sobre mí,
para extender el reino de Cristo entre las naciones,
para proclamar su Buena Nueva a los pobres.
Exulto de gozo en Dios mi salvador.
R: El Espíritu de Dios se posa sobre mí, el Espíritu de Dios me ha consagrado.
El Espíritu de Dios me ha enviado a proclamar la paz, el gozo.
2. El Espíritu de Dios me ha elegido
para extender el reino de Cristo entre las naciones,
para consolar los corazones agobiados por el sufrimiento.
Exulto de gozo en Dios mi salvador. R:
píritu de Dios me ha elegido
para extender el reino de Cristo entre las naciones,
para acoger al pobre que llora y sufre.
Exulto de gozo en Dios mi salvador. R:
(Intenciones libres)
Padrenuestro, Avemaría y Gloria
Amén. Amén. Amén.