SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS

Bienaventurados…!

¡Dios es la santidad misma! Donde se manifiesta Dios, allí hay santidad. La solemnidad que hoy celebramos nos invita a alegrarnos por la victoria alcanzada por aquellos que, habiendo asumido y emprendiendo la vida cristiana han dejado a Dios manifestarse en sus vidas con la anchura que Él desea. Por ello los santos, los que viven la vida bienaventurada, son siempre para nosotros un ejemplo a seguir en cuanto nos testifican que es posible que Dios se manifieste como Él lo quiere hacer en nuestras vidas.

En este sentido, es importante recordar que todos los bautizados por el hecho de haber recibido el santo Bautismo, llevan en su interior la semilla de la santidad, semilla que nos ha sido dada como un don gratuito en el momento en que hemos sido injertados en Cristo y hemos recibido el Don del Espíritu Santo. Verdaderamente por el bautismo, el Espíritu Santo habita en nosotros como en un Templo que ha sido consagrado a Dios. Es precisamente éste Don el que debe crecer y fructificar en cada uno de nosotros. ¡Cuán necesario es que nos dejemos mover por el Espíritu y dejar que sea Él quien guíe nuestros pensamiento, palabras y acciones para que nuestra vida sea un reflejo de la de Cristo tal cual como nos lo muestran los Evangelios!

Ahora, para alcanzar la santidad, Dios no sólo ha enviado a su Hijo y nos ha otorgado el Don de su Espíritu, sino que para convencernos de que es posible vivir la vida bienaventurada nos propone como ejemplo a estos testigos cualificados que son los Santos, los cuales si bien nos muestran con su vida que es posible, al mismo tiempo quieren acompañarnos brindándonos su compañía, amistad e intercesión ante Dios.

Optemos por la santidad, y pidámosle al Señor: «Señor, que yo sea santo, como Tú eres Santo».

P. Reinaldo Gámez, Párroco

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *