IV DOMINGO DE PASCUA

‘Te he llamado por tu nombre’ (Is 43,1)

Hoy, en el texto del Evangelio de Juan 10,1-10, Jesús no sólo nos dice que Él es el pastor sino también la puerta de las ovejas, indicándonos que no sólo es Aquel que cuida atento y amorosamente a su Pueblo, guiándolo por los caminos de la justicia, la santidad y paz, sino que además, él mismo es la Salvación; Él ha venido para darnos su propia vida en abundancia.

No obstante, quisiera destacar en este día que, desde hace 57 años, cada IV Domingo de Pascua, conocido como Domingo del Buen Pastor -puesto que ese domingo leemos siempre el pasaje de Juan alusivo a la parábola del buen pastor (Jn 10,1-10)-, celebramos en la Iglesia universal la Jornada de oración por las vocaciones. Ese día, en nuestra Arquidiócesis de Caracas, damos además inicio a la Campaña Vocacional, con la cual, hasta el día solemne de Pentecostés, se nos invita de un modo mucho más intenso a orar y promover la vocación cristiana en toda su plenitud; de modo particular, hacemos énfasis en la vocación a la vida sacerdotal y religiosa.

Hablar de vocación, es hablar de llamado. La palabra vocación, viene del verbo latino vocāre que significa: «llamar». Por tanto, la vocación es un llamado. Cuando nos referimos a un llamado, esto implica que hay una relación, un diálogo, una conversación donde en un momento determinado uno de los interlocutores llama al otro para algo… En nuestro caso, quien nos llama es Dios. Su llamada surge en un primer instante, como leemos en el libro del profeta Jeremías, antes de nuestra existencia: «Antes de formarte en el seno de tu madre, ya te conocía; antes de que tu nacieras, yo te consagré, y te destiné a ser profeta de las naciones» (Jer 1,5). ¡La primera llamada que Dios nos hace es a la vida, a existir!

Luego, en un segundo momento, nos sucede un tanto en modo semejante al de los primeros discípulos del Evangelio que, estando a orillas del lago y en las aldeas de Galilea, se encontraron un día con Jesús, conocieron al Maestro y comenzaron a seguirle. Es precisamente ese momento en el cual toda persona experimenta una auténtica renovación existencial. La vida comienza a adquirir un sentido pleno y comienza a decir: «No soy fruto de una casualidad, Dios mismo, en persona me ha llamado. Él tiene un plan maravilloso para mi…». Esto es lo que sucede cuando vivimos nuestro Bautismo y comenzamos a transformar el mundo.

Nos obstante, para quien ha quedado cautivado por el Maestro y ha comenzado a seguirle sabiendo que hay un plan, un proyecto de Dios en su vida llamado «felicidad», comienza entonces el deseo de descubrir el «¿cómo lo realizaré?». Surge allí, la inquietud por la vida sacerdotal, religiosa , matrimonial, diaconal y consagrada.

Quisiera finalizar estas breves líneas, agradeciendo a Dios todo el trabajo que tan generosamente se realiza en nuestra Arquidiócesis en este sentido. Por la dedicación de nuestro Pastor, el Cardenal Baltazar Porras, así como del Vicario de la Juventud y la Vocaciones, el Padre Emilio Mata. Dios siga bendiciendo esta tarea tan hermosa y necesaria para cada joven en esta Tierra, descubrir a qué me llama Dios. Porque las palabras de Isaías «Te he llamado por tu nombre, eres mío» (Is 43,1), las pronuncia Dios para todos.

Oremos y promovamos el llamado de Dios en nuestras familias. Que María Santísima, interceda por esta noble y sublime tarea…

Pbro. Reinaldo Gámez

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