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Parroquia "San José de Chacao"
Página Web Oficial del Complejo Parroquial "San José de Chacao" – Arquidiócesis de Caracas
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Miércoles Santo, 8 de abril de 2020
Cardenal Baltazar Porras Cardozo
“El Señor me ha dado una lengua experta, para que pueda confortar al abatido con palabras de aliento”. Este versículo del profeta Isaías lo recitamos cada miércoles santo en la celebración eucarística que se repite cual letanía desde antes de salir el sol hasta la hora de salir en procesión.
Me trae ante ti, querido Nazareno de San Pablo, la soledad de tu basílica, siempre llena de devotos, que hoy no están, aunque tampoco están ausentes. Tienen la nostalgia de no poder venir a tus pies para contemplarte y salir reconfortados; saben que Tú estás con ellos, porque papá Dios nos llama a cada uno de nosotros desde el seno materno por el nombre, y nos formó para ser servidores con la fuerza que viene de lo alto.
He querido rendirme a tus pies, a nombre de todos ellos. Vengo como el pastor de esta Iglesia; en esta plegaria están los sacerdotes, los diáconos, las religiosas, los catequistas, los muchos laicos que evangelizan desde sus puestos de trabajo, y los miles de devotos que peregrinan a tu vera. En este tiempo de pandemia, Dios no nos deja solos. Quiero, junto con todos ellos, pedirte que nos des ánimo y sentir tu consuelo, pues tu gracia nos sostiene.
Desde niño has sido mi consuelo y mi fortaleza. Antes de entrar en el seminario, Mons. Hortensio Antonio Carrillo, tu querido párroco, me pidió venir a orar ante Ti, para pedirte que si era tu voluntad, yo fuera sacerdote, y me abriera las puertas de la formación presbiteral. Así fue. Antes de ser enviado a estudiar al exterior y a mi regreso, previo a la ordenación, temblando de emoción e incertidumbre, te pedí me acompañaras. Así lo has hecho. Te he tenido siempre a mi lado a pesar de la distancia. ¡Cuántas veces, los miércoles santos, vine desde Mérida a Caracas para celebrar la eucaristía al calor de tantos peregrinos y devotos, para regresar a presidir misa y procesión en la ciudad serrana! A ti he encomendado mi sacerdocio y mi episcopado. Tu sombra protectora me ha cubierto siempre, hasta el día del anuncio del cardenalato, pues, inesperadamente, lejos de aquí me postré ante el Nazareno de Achaguas, y te vi resplandeciente. Rodeado de gente sencilla, llaneros de fe profunda, a quienes nunca había visto, me acogieron como un hermano más y oraron para que el nuevo servicio que el Papa me confería fuera fecundo.
Esta evocación personal se me antoja similar a las que he escuchado a muchas personas. En estos momentos de angustia y desconcierto colectivo, resonarán en tus oídos, que pido sea la ocasión para que cada quien relate, narre, su propia experiencia vital, y salga también reconfortado por la gracia que derramas con abundancia sobre todos tus hijos. Como los que se acercan a tu imagen, moviendo sus labios como Ana, la madre de Samuel, abriendo su corazón a Yahvé para que la escuche en medio de sus penas. ¡Hay tantos testimonios que estremecen, porque son vidas reales marcadas por tu presencia sanadora, querido Nazareno!
No estás solo Nazareno de San Pablo porque “¡Qué bien sé yo la fonte que mana y corre, aunque es de noche!”, como te cantó San Juan de la Cruz en la Noche Oscura. Sé también que no te sientes abandonado de tus fieles. Tu imagen siempre llena de orquídeas, tiene sólo unas pocas. Pero el adorno más hermoso que llevará el Nazareno este año será el ramillete de plegarias convertidas en orquídeas vivas, con el rostro de cada venezolano imposibilitado de visitarte o verte pasar por sus ventanas; ahí están, también, los más de 4 millones que migraron a otras tierras. Ellos lucirán como antorchas, iluminando sus vidas y las de la madre Iglesia.
La generosidad de nuestra gente es tal, que no escatiman lo que cuestan por estar más cerca de ti. Más aún, ese derroche se hace solidaridad fraterna en la ayuda al vulnerable y necesitado. Alienta a los muchos que en estas semanas arriesgan su vida para preservar y salvar la de todos. Es el mejor ejemplo de lo que habíamos olvidado, que necesitamos del otro, del prójimo a quien no vemos, para subsistir y tener mejor calidad de vida. Por eso, la aparente sencillez y desnudez de tu entorno, la veo llena de las plegarias de tus hijos.
Hoy, desde sus casas, ante tu imagen, distintivo marcado como un sello en la frente de tus seguidores, acompañados de sus seres más cercanos, te imploran la salud del alma y del cuerpo. Arráncanos de cuajo las alarmas, la desesperación, los miedos. Sé Tú “la noche sosegada, la música callada, la soledad sonora, la cena que recrea y enamora”.
Tú sabes que te amamos, pero como Pedro te hemos negado tantas veces, o como los discípulos, huimos cuando más necesitábamos estar a tu lado. Sé que nos preguntas si aún tenemos fe. Claro que sí, Tú lo sabes. No nos queda sino pedirte: auméntanos la fe para no perecer. Para que la esperanza sea la luz en el camino de la existencia, que nos alumbre la senda del sacrificio, de la entrega, del servicio desinteresado a los demás. “¡Oh, Jesús enamorado, tierno esposo de mi alma, no me basta ser el cirio que en las horas de alegría, se consume en tus altares en ardiente adoración: en tus horas de abandono, quiero hacerte compañía, haz que tenga noche y día como lámpara eucarística encendido el corazón. ¡Tú me bastas, Amor mío, en el cielo del Altar!” (Carlos Borges).
Hubiéramos deseado verte pasar por enfrente de nuestros hogares para rememorar la escena milagrosa del “limonero del Señor”. En esa cruz que llevas y te tiene encorvado “hemos sido salvados para hospedar la esperanza y dejar que sea ella quien fortalezca y sostenga todas las medidas y caminos posibles que nos ayuden a cuidarnos y a cuidar” (Papa Francisco). Te abrazamos para abrazar la esperanza, es la fuerza de la fe, la que nos libera del miedo y da esperanza. Que así sea.
LETANÍAS
Recibe, misericordioso, Nazareno bendito, esta súplica litánica, con la que nos unimos a todas las iglesias del mundo.
TE ADORAMOS, SEÑOR
Verdadero Dios y verdadero hombre, sujeto a las debilidades humanas
Te adoramos, Señor
Salvador nuestro, Dios con nosotros, fiel y rico en misericordia
Te adoramos, Señor
Rey y Señor de lo creado y de la historia
Te adoramos, Señor
Vencedor del pecado y de la muerte
Te adoramos, Señor
Amigo del hombre, resucitado y vivo a la derecha del Padre
Te adoramos, Señor
CREEMOS EN TI, SEÑOR
Hijo unigénito del Padre, que bajaste del cielo por nuestra salvación
Creemos en ti, Señor
Doctor celestial, que te inclinas sobre nuestra miseria
Creemos en ti, Señor
Cordero inmolado, que te ofreces para redimirnos del mal
Creemos en ti, Señor
Buen Pastor, que das la vida por el rebaño que amas
Creemos en ti, Señor
Pan vivo y fármaco de inmortalidad, que nos das la Vida eterna
Creemos en ti, Señor
LÍBRANOS, SEÑOR
Del poder de Satanás y las seducciones del mundo.
Líbranos, Señor
Del orgullo y la presunción de poder prescindir de ti
Líbranos, Señor
De los engaños del miedo y de la angustia
Líbranos, Señor
De la incredulidad y la desesperación
Líbranos, Señor
De la dureza del corazón y de la incapacidad de amar
Líbranos, Señor
SÁLVANOS, SEÑOR
De todos los males que afligen a la humanidad
Sálvanos, Señor
Del hambre, la carestía y el egoísmo.
Sálvanos, Señor
De las enfermedades, epidemias y del miedo al hermano.
Sálvanos, Señor
De la locura devastadora, de los intereses despiadados y de la violencia
Sálvanos, Señor
Del engaño, de la mala información y de la manipulación de las conciencias
Sálvanos, Señor
CONSUÉLANOS, SEÑOR
Mira a tu Iglesia, que atraviesa el desierto
Consuélanos, Señor
Mira a la humanidad, aterrorizada de miedo y de angustia
Consuélanos, Señor
Mira a los enfermos y moribundos, oprimidos por la soledad
Consuélanos, Señor
Mira a los médicos y profesionales de la salud, cansados de la fatiga
Consuélanos, Señor
Mira a los políticos y administradores, que tienen el peso de las decisiones
Consuélanos, Señor
DANOS TU ESPÍRITU, SEÑOR
En la hora de la prueba y la pérdida
Danos tu Espíritu, Señor
En la tentación y la fragilidad
Danos tu Espíritu, Señor
En el combate contra el mal y el pecado
Danos tu Espíritu, Señor
En la búsqueda del verdadero bien y la verdadera alegría
Danos tu Espíritu, Señor
En la decisión de permanecer en Ti y en tu amistad
Danos tu Espíritu, Señor
ÁBRENOS A LA ESPERANZA, SEÑOR
Si el pecado nos oprime
Ábrenos a la esperanza, Señor
Si el odio nos cierra el corazón
Ábrenos a la esperanza, Señor
Si el dolor nos visita
Ábrenos a la esperanza, Señor
Si la indiferencia nos preocupa
Ábrenos a la esperanza, Señor
Si la muerte nos aniquila
Ábrenos a la esperanza, Señor.
Nuestra Señora de los dolores. / Ruega por nosotros.
Termino con la reciente oración que brotó del corazón de un sacerdote devoto:
Nazareno de San Pablo, que obraste con prontitud y misericordia en la esquina de Miracielos, con la señal en aquel limonero que extinguió la peste, también ahora acudimos confiados ante los sufrimientos de quienes con fe y esperanza clamamos a Ti. Tú bien sabes que no podemos subsistir por nuestra fragilidad, asediados por tantos peligros como los que ahora padecemos con la pandemia del coronavirus, concédenos la salud del alma y del cuerpo, para superar con tu ayuda este peligro. Cura a los enfermos y danos paz. ¡Intercede por nuestra patria Venezuela! Amén.
El Señor está con ustedes. / Y con tu espíritu.
Que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre nosotros y nos acompañe siempre.