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Parroquia "San José de Chacao"
Página Web Oficial del Complejo Parroquial "San José de Chacao" – Arquidiócesis de Caracas
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A los pies de Aquel que nos ha amado hasta el extremo
Pbro. Reinaldo Gámez
Queridos hermanos y hermanas, hoy damos inicio con la celebración de la tarde, La Cena del Señor, al Santo Triduo Pascual (Cena del Señor – Oficios de la Pasión de Señor – Santa Vigilia Pascual); con el agradecemos celebrativamente la entrega generosa y hasta el extremo que se realizó en nuestro Señor Jesucristo no sólo al asumir nuestra condición humana en todo, menos en el pecado, sino al llevar a plenitud su entrega padeciendo, muriendo y resucitando por nuestra salvación. Es por ello, que el Santo Triduo Pascual constituye la celebración culmen de nuestra hermosa fe cristiana.
Un Jueves Santo, Jesús se reunió con sus amigos, los Doce Apóstoles, encomendándoles la tarea sacerdotal de tomar el pan y el vino, y celebrar con ellos el sacramento de su mismo Cuerpo y Sangre. Esto se habría de realizar hasta que el Señor vuelva en su segunda venida, revestido de gloria y majestad. Jesús convierte en sacramento, en presencia real y tangible, el don inestimable de su Cuerpo y de su Sangre. Dirá Benedicto XVI: «Dios nos hace un don a nosotros, y nosotros, colmados por este don, llegamos a ser suyos: la creación vuelve al Creador»[1].
Bajo la dirección de la pluma de san Juan, el emblemático pasaje bíblico del Evangelio (Jn 13,1-15), nos presenta una vez más a Dios amando. Amando al que se siente confundido y perplejo, amando al caído y al que se siente abandonado. Desprendido de las vestiduras de la gloria divina, asume las vestiduras propias del esclavo, que en aquel tiempo se arrodillara ante su dueño y lavaba sus pies sucios. De modo semejante, Jesús se abaja para lavar Él mismo nuestros pies sucios por el pecado en el cual nos hemos movido, y poder así ser admitidos en la mesa de Dios, algo que nosotros por nuestras propias fuerzas no hubiésemos podido hacer. Nos limpia para que así podamos sentarnos a su mesa. Es un gesto amoroso; un gesto paterno; un gesto necesario para nuestra salvación.
Podemos preguntarnos: ¿Con qué nos lava? Respondemos: con su Amor. Su amor posee la fuerza necesaria y sin límites para purificarnos porque su amor es Él mismo. En tal caso, somos nosotros los que podemos poner un límite a ese amor, cuando por soberbia pretendemos creer que no lo necesitamos
Hoy, desde nuestros hogares, también Él nos invita a dejarlo acercarse a nosotros. Es precisos estar a sus pies para ser lavados y amados por Él, para entrar en la comunión de su amor. La convicción que para ello tenemos desde nuestros hogares está en que ha sido el mismo Señor quien en este 2020 desea ardientemente celebrar la Pascua con sus discípulos (cfr. Mt 26,18; Lc 22,15).
No obstante, esta experiencia debe también conducirnos a lavarnos los pies unos a otros, esto, perdonándonos continua y mutuamente unos a otros, volviendo siempre a comenzar a rehacer las relaciones cuando sea necesario, y con ello, aceptándonos y soportándonos mutuamente. En definitiva, amándonos como Dios nos ha amado siempre…
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[1] Benedicto XVI, Homilía de San Pedro, Jueves Santo, 13 de abril de 2006, en: El Año litúrgico predicado por Benedicto XVI. Ciclo B, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 2017, p.185.
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