El poder de la fe y el amor en medio de la tormenta
Padre Thomas Chacón
En el Evangelio de hoy, nos encontramos con Jesús y sus discípulos en medio de una terrible tempestad. Las olas azotaban el barco, el viento aullaba y los discípulos temían por sus vidas. En medio de este caos, Jesús dormía tranquilamente. Los discípulos lo despertaron, llenos de miedo y le preguntaron: «¿Maestro, no te importa que perezcamos?». Jesús se levantó, increpó al viento y al mar, y todo se calmó.
Esta historia nos habla del poder de la fe, que se hace fuerte cuando se cree que mas fuerte que cualquier otra fuerza es «el amor de Cristo que nos apremia».
Los discípulos tenían miedo porque aún no se convencían de la fuerza que tiene el amor de Dios cuando se confía plenamente en Él. Pero Jesús tenía fe en el poder de su Padre, y por eso pudo hacer lo imposible, por eso confiaba plenamente en un Padre Dios que está por encima de cualquier tempestad.
La fe es como una pequeña semilla que, cuando se riega con amor y confianza, puede crecer hasta convertirse en un árbol grande y fuerte. La fe nos da la fuerza para enfrentar las dificultades de la vida, en ánimo para seguir adelante. Nos da la esperanza de que, incluso en los momentos más oscuros, Dios siempre está con nosotros.
Pero la fe no es solo creer en algo. La fe también es actuar de acuerdo a nuestras creencias. La fe es confiar plenamente en Dios. Es amar a Dios y al prójimo. Es perdonar a los que nos han hecho daño. Es luchar por la justicia y la paz.
En la segunda lectura, San Pablo nos habla del amor de Cristo. Pablo dice que el amor de Cristo nos impulsa a hacer todas las cosas buenas que hacemos. Es el amor de Cristo el que nos motiva a ayudar a los necesitados, a defender a los oprimidos y a trabajar por un mundo mejor.
El amor de Cristo es como un fuego que arde dentro de nosotros. Nos da la fuerza para cambiar el mundo. Nos da la esperanza de que un día todos viviremos en paz y armonía.
Hoy la Iglesia nos invita a cultivar la fe y el amor en sus corazones. Confiemos en Dios, incluso cuando las cosas se pongan difíciles.
Considerando que ayer celebramos el día de Santo Tomás Moro, pudiera hacer propicio terminar con esta oración de él que nos da señales de fe:
«Dame, Señor, un poco de sol, algo de trabajo y un poco de alegría.
Dame el pan de cada día, un poco de mantequilla,
una buena digestión y algo para digerir.
Dame una manera de ser que ignore el aburrimiento, los lamentos y los suspiros.
No permitas que me preocupe demasiado
por esta cosa embarazosa que soy yo.
Dame, Señor, la dosis de humor suficiente
como para encontrar la felicidad en esta vida
y ser provechoso para los demás.
Que siempre haya en mis labios una canción,
una poesía o una historia para distraerme.
Enséñame a comprender los sufrimientos
y a no ver en ellos una maldición.
Dame sentido común, que lo necesito mucho»
Amén.
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