Pastoral Vocacional y Pastoral Juvenil, un esbozo de su armonización

El reciente sínodo del 2018, que tuvo como participantes de indispensable aporte a una gran mayoría de jóvenes, ha supuesto no sólo un hito en la Historia de la Iglesia contemporánea sino también una ampliación de sus perspectivas interpretativas y, por consiguiente, de sus líneas de acción evangelizadora en todas sus dimensiones y el modo de relacionarse con el hoy. Se ha evidenciado de manera más clara y sincera aquel “protagonismo”, plasmado en tantos documentos, de estos interlocutores que, desde una heterogeneidad simbólico-lingüística diversa, procuran el emprendimiento de acciones enmarcadas en circunstancias socio-históricas específicas, las cuales deberían favorecer a los demás, sin encerrarse en el individualismo ni dejarse abatir por el derrotismo, tarea frente a la que es menester una voz amiga que contribuya a llevarle al auto-descubrimiento de lo que el Santo Padre denomina “ser para los demás”, fundado en la convicción de que “somos llamados por el Señor a participar en su obra creadora, prestando nuestro aporte al bien común a partir de las capacidades que recibimos”, siendo ello una dimensión fundamental del misterio de la vocación en su sentido amplio.

Sin duda alguna es constatable que todo hombre tiene un proyecto por el cual busca su realización como persona. Esto refiere a una inquietud existencial de encontrar el sentido de su vida, percibida luego como un llamado profundo al que debe responder en la cotidianidad que se lleva a cabo en un mundo en común. Allí, la experiencia inmediata del otro, cuyo nexo le enriquece desde que comienza a existir y, a la vez, interpela con sus necesidades, le motiva a la escucha de diversas propuestas a formas concretas de expresión histórica en aras de colaborar y construir su propio destino.

Con esto, es pertinente, entonces, el argumento contenido en el documento conclusivo de dicho sínodo que apuntó la necesidad de cualificar vocacionalmente la pastoral juvenil, cuestión que ya se había manifestado, con otras palabras, en el Documento de Santo Domingo que señalaba que “la pastoral juvenil debe tener siempre una dimensión vocacional”. Sin embargo, tal parece que la misma se ha focalizado en el fomento de una cultura vocacional-sacerdotal/consagrada, siendo notable cierta separación de ambas instancias que, a fin de cuentas, atienden a elementos constitutivos de la realidad del misterio de la Iglesia misma, pues Ella es joven y llamada siempre.

En nuestro caso particular/regional, conforme a lo establecido en Medellín de que la pastoral juvenil ha de capacitar a los jóvenes a fin de que respondan a su compromiso social en el proceso de cambio de América Latina, es conveniente entonces la armonización de ambas pastorales, asunto que no consiste en el engranaje de dos piezas evangelizadoras sino, antes bien, en el redescubrimiento de su imbricación mutua, pues la una es dimensión inherente a la otra, es decir: la vocación es juventud, rejuvenecimiento, y la Juventud es constante llamada.

Pbro. Luis Antonio García Thomas