DOMINGO III DEL TIEMPO ORDINARIO (B)

SEGUIR A JESÚS ES BUENA NOTICIA

Después de que Juan fue preso por las leyes políticas, Jesús inicia su vida pública invitándonos a convertirnos y creer en el Evangelio. Allí podemos observar que ninguna ley, ni ningún poder humano puede limitar la fuerza del Evangelio, porque las palabras de Juan siguen resonando y señalando que Jesús es el Mesías, dado que toda ley justa o injusta siempre la podemos renovar viviendo el reino de Dios que, según el Evangelio, es la vida que se identifica con el reino de los cielos. Por ello, cuando vemos que alguna persona vive según el Evangelio, decimos que tiene el reino de los cielos, el cual no es alimento, ni bebida, sino justicia y paz, y gozo en el Espíritu Santo.

Luego del anuncio de Jesús a creer en el Evangelio, él llama a sus primeros discípulos diciendo: “Síganme y los haré pescadores de hombres”. A lo largo de la historia se hace curioso que pescadores e ignorantes, sean enviados por Jesús a predicar y siempre se ha conseguido la misma respuesta: esto ayuda a comprender que la fe de los creyentes está en el poder de Dios que se expande en la disponibilidad de la debilidad humana y no está en la elocuencia, ni en la doctrina, ni en ningún tipo de poder humano.

Así como hoy el Evangelio nos dice que Jesús llamó a Pedro, Andrés y a los hijos de Zebedeo, así hoy nos llama a nosotros para servirle. No porque Dios tenga necesidad de nuestro servicio, porque nada le añade a su gloria, sino porque cuando le servimos, seguimos y le damos gloria logramos alcanzar la plenitud de la vida porque se reciben de Dios la vida, la incorruptibilidad y la gloria eterna. Si Dios nos invita a vivir en su servicio, es para poder otorgarnos sus beneficios, ya que él es bueno y misericordioso con todos. Dios no necesita nada; en cambio nosotros necesitamos de la comunión con Dios. La gloria del hombre consiste en perseverar en el servicio de Dios que nos permite reconocerlo como padre tratándonos a nosotros como hermanos.

Además, el Evangelio nos señala que el camino para seguir a Jesús es “dejarlo todo”. ¿Qué significa ello? Pensemos en las actitudes del que lo deja todo y lo primero que pudiéramos pensar es que no guarda nada para sí. Lo deja todo el que, sin reservarse nada para sí, suelta lo poco o mucho que posee. Es decir, no se queda atado a lo que tiene, por ello, Pedro y Andrés abandonaron mucho puesto que, renunciando a sus bienes, renunciaron también a las ambiciones a las que estaban acostumbrados a tener, para aspirar a una oferta más alta que solo se disfruta cuando se está dispuesto a soltar lo que nos ata, porque lo que Dios aprecia es el corazón y no los bienes; pone más atención en las disposiciones que acompañan a la ofrenda que le hacemos, que a la misma ofrenda.

Diác. Thomas Chacón

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