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Parroquia "San José de Chacao"
Página Web Oficial del Complejo Parroquial "San José de Chacao" – Arquidiócesis de Caracas
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¡Hijitos! Meditemos juntos en la riqueza de estas palabras.
«Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él.» (Juan 13, 31)
En este momento de aparente oscuridad, cuando la traición se consuma y la sombra de la cruz se cierne, Jesús proclama su glorificación y la glorificación de Dios en él. ¡Qué paradoja tan impactante! La gloria de Dios no se manifiesta en el poder terrenal o en la victoria militar, sino en el acto supremo de amor y entrega que Jesús está a punto de realizar. Su humillación y crucifixión serán, paradójicamente, su mayor exaltación, el momento en que el amor de Dios se revela en toda su plenitud.
Esta primera frase nos invita a reconsiderar nuestra propia concepción de la gloria. ¿Dónde buscamos nosotros la gloria? ¿En el éxito, el reconocimiento, el poder? Jesús nos muestra que la verdadera gloria reside en el amor incondicional, en la capacidad de dar la vida por los demás, tal como él lo hará.
«Hijitos, todavía estaré con vosotros un poco. Me buscaréis, pero lo que dije a los judíos os lo digo ahora a vosotros: Donde yo voy, vosotros no podéis ir ahora.» (Juan 13, 33)
El tono de Jesús se vuelve tierno y familiar al llamar a sus discípulos «hijitos». Sabe que su partida es inminente y sus palabras están cargadas de una mezcla de amor y despedida. Les anticipa la dificultad de su ausencia y la imposibilidad de seguirlo inmediatamente. Esta separación, aunque dolorosa, es necesaria para que se cumpla el plan de Dios y para que el Espíritu Santo pueda descender sobre ellos.
Esta sensación de ausencia y búsqueda resuena también en nuestra propia vida de fe. A veces sentimos la lejanía de Dios, experimentamos momentos de oscuridad y duda. Sin embargo, la promesa implícita en las palabras de Jesús es que esta separación no es definitiva. Él volverá, de una manera nueva y poderosa, a través del Espíritu Santo.
«Un mandamiento nuevo os doy: que os améis los unos a los otros. Como yo os he amado, así también amaos los unos a los otros.» (Juan 13, 34)
Llegamos al corazón del mensaje, al «mandamiento nuevo». No se trata simplemente de un mandamiento más en la larga lista de preceptos. Es «nuevo» en su profundidad y en su motivación. El amor fraterno no es una mera obligación social, sino que debe estar modelado según el amor de Jesús.
La clave reside en la frase «como yo os he amado». ¿Cómo nos ha amado Jesús? Nos ha amado incondicionalmente, hasta el extremo, entregando su propia vida por nosotros. Su amor es un amor de servicio, de perdón, de compasión, de entrega total. Este es el estándar que Jesús establece para sus seguidores. No basta con amarnos superficialmente; debemos amarnos con la misma intensidad y generosidad con la que Cristo nos amó.
Este «mandamiento nuevo» desafía nuestras tendencias egoístas y nos invita a salir de nosotros mismos para encontrarnos con el otro. Nos impulsa a construir comunidades de amor y fraternidad donde la preocupación por el prójimo sea la norma.
«En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tenéis amor los unos por los otros.» (Juan 13, 35)
Finalmente, Jesús nos revela el signo distintivo de sus seguidores: el amor mutuo. No serán los rituales externos, ni las doctrinas complejas, ni siquiera los milagros espectaculares lo que identificará a los cristianos. Será el amor concreto y visible que se tengan los unos a los otros.
Este amor fraterno se convierte así en el testimonio más poderoso del Evangelio. Un mundo herido por la división, el odio y la indiferencia necesita urgentemente presenciar comunidades donde el amor sea la fuerza que lo une todo. Nuestro amor mutuo debe ser tan evidente que atraiga a otros a preguntarse por la fuente de ese amor, que no es otra que el mismo Jesús.
Para nuestra reflexión:
* ¿Cómo estamos viviendo este «mandamiento nuevo» en nuestra vida personal y en nuestras comunidades?
* ¿Refleja nuestro amor fraterno la intensidad y la generosidad del amor de Cristo?
* ¿Es el amor mutuo el signo distintivo que nos identifica como discípulos de Jesús ante el mundo?
* ¿Qué acciones concretas podemos tomar para fortalecer el amor y la unidad en nuestras familias, nuestras parroquias y nuestros entornos?
Que estas palabras del Señor resuenen profundamente en nuestros corazones y nos impulsen a vivir un amor que glorifique a Dios y testimonie la verdad del Evangelio. Amén.
Dios es bueno.