Regresar a la fuente
El domingo pasado el Señor enviaba a los apóstoles a una misión, y esta vez los recibe y les invita a descansar, y es que la vida del cristiano tiene un ciclo bien definido en tres aspectos fundamentales: el llamado o elección, el envío o la misión y el retorno a la fuente.
Este llamado es personal, el Señor sale a la búsqueda del apóstol y al encontrarlo le invita a seguirlo, es una experiencia particular que permite a la persona experimentar el amor de Dios y el abandonar lo antiguo por descubrir lo nuevo que el Señor les está brindando.
La misión es dar gratis lo que gratis has recibido, es poder compartir la experiencia vivida con Jesús, es llevar a los más necesitados la esperanza del reino de los cielos, es aliviar sus penas y dolencias, es poder libarlos de las esclavitudes en las que se puedan encontrar.
Volver a las fuentes, los discípulos han regresado a compartir con Jesús lo vivido en la misión. En la intimidad con Él, puede descansar el discípulo, puede confrontar lo realizado y, puede encontrar nuevas fuerzas para seguir el camino. Este retorno para estar a solas con el Señor es un aspecto de gran importancia para la vitalidad del creyente y para la calidad del servicio que realiza.
El Señor ha querido que sus discípulos regresen, no les permite quedarse en una misión perenne, por que pueden olvidar realmente el motivo y el centro de esta misión.
Volverse a Jesús es retornar a la fuente de donde mana la vida, de donde fluye la esperanza y donde la alegría por el trabajo realizado se convierte en manantial permanente. Es Jesús, quien ha enviado al discípulo, encomendándole lo que es de su entera propiedad: la Misión. Por eso mismo será el Señor, quien mejor sabrá escuchar y valorar lo que se ha hecho.
El evangelio menciona que el apartamiento propuesto por Jesús a los discípulos para descansar en un lugar solitario duró poco tiempo debido a la multiplicidad de urgencias y necesidades que se presentaron. El Señor, al ver la gran multitud que estaba esperando se compadeció de ellos porque andaban como ovejas sin pastor y se puso a atenderlos. Es decir, salió de su tranquilidad y descanso. Él es quien toma la iniciativa y va a atender a las personas dejando a sus discípulos descansar, ellos han hecho lo que tenían que hacer ahora el Señor hará lo demás.
En este evangelio está latente una doble tensión: por un lado, que descansar y estar a solas con Dios no implica desentendimiento o aislamiento del curso cotidiano de la vida. Y por otro, que por mucha demanda que haya, es muy necesario dedicar tiempo para nutrirse y para reintegrar la actuación misionera en la totalidad de la vida. Y esto, exige un tiempo.
Bien vale la pena preguntarnos ¿somos conscientes del llamado que nos ha hecho el Señor? ¿Sabemos cuál es nuestra misión? ¿Sabemos cuándo debemos retornar a la fuente o simplemente creemos que la misión depende de nosotros y no de Jesús?
Que El Señor nos permita entender y comprender este misterio de amor que tiene para con todos nosotros.
Dios es bueno.
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