DOMINGO XVII DEL TIEMPO ORDINARIO

¿Cómo alimentarlos Señor?

Nos encontramos con el único episodio recogido en todos los evangelios, los escritores sagrados
hacen reseñan un milagro, un signo que les permite experimentar la gracia de la multiplicación por
medio de la generosidad. Con ello nos invita a no quedarnos en los hechos que se narran, sino a
descubrir desde la fe un sentido más profundo de la caridad y la misericordia de Dios por medio de
su hijo Jesús.

Jesús ocupa el lugar central. Nadie le pide que intervenga. Es él mismo quien intuye el hambre de
aquella gente y plantea la necesidad de alimentarla. Es emocionante saber que Jesús no solo
alimentaba a la gente con la Buena Noticia de Dios, sino que le preocupaba también el hambre de
sus hijos e hijas. Surgiendo la pregunta ¿Cómo alimentar en medio del campo a una muchedumbre
numerosa? Los discípulos no encuentran ninguna solución. Felipe dice que no se puede pensar en
comprar pan, pues no tienen dinero, en otro pasaje de los evangelios el Señor les dice a sus
discípulos “denles ustedes de comer”. Y podemos observar a un Felipe un tanto preocupado y
sacando cuentas y diciendo que no se puede pensar en comprar pan, pues no tienen dinero, una
negativa inmediata ante la solicitud dada por Jesús. Andrés en cambio piensa que se podría
compartir lo que hay, pero sólo un muchacho tiene cinco panes y un par de peces. ¿Qué es eso
para tantos? Quizás para muchos de nosotros esto es imposible, pero para Jesús es suficiente.
Al Señor le basta esa generosidad de este muchacho que no piensa egoístamente, sino que lo que
tiene lo pone al servicio de los demás

Un joven, sin nombre ni rostro, sin ningún otro particular que sus dones ofrecidos al señor: este
muchacho va a hacer posible lo que parece imposible. Su disponibilidad, su generosidad para
compartir todo lo que tiene, es el camino para alimentar a aquellas personas que acompañaban al
Señor. Este joven ha hecho lo que le su corazón le sugirió, Jesús hará lo demás. Toma en sus
manos los panes del joven, da gracias a Dios y comienza a “repartirlos” entre todos.
Sin lugar a dudas debe haber sido un acontecimiento es increíble. Una multitud, sentada sobre la
hierba verde del campo, compartiendo una comida gratuita en un día de primavera. No hablamos de
un banquete de ricos, no hay vino ni carne; es la comida sencilla de la gente que vive junto al lago:
pan de cebada y pescado ahumado.

Una comida fraterna servida por Jesús a todos gracias al gesto generoso y desinteresado de un joven. Esta comida compartida era para los primeros cristianos un símbolo atractivo de la comunidad nacida de Jesús para construir una humanidad nueva y fraterna. Les recordaba, al mismo tiempo, la eucaristía que celebraban el día del Señor para alimentarse del Espíritu y la fuerza de Jesús, el Pan vivo venido de Dios. Qué hermoso milagro realizó el Señor ese día que nunca se olvidaron el gesto del joven.

En la actualidad nos preocupamos por el hambre que existe en el mundo, pero no somos capaces de comprender que no es por escasez de alimentos sino por falta de solidaridad. Ciertamente hay pan para todos, pero abunda la falta generosidad para compartirlo. ¿Somos capaces de poner nuestras obras en las manos del Señor y que se Él quien las multiplique? ¿Nos hacemos los desentendidos con las necesidades de las personas que tenemos a nuestro alrededor?

El Señor no nos está exigiendo absolutamente nada, pero si nos invita a revisar ¿qué estamos
haciendo con esos dones que Dios nos ha dado? Que el señor nos bendiga y nos guarde.

Dios es bueno.

Diácono Freddy Obregón

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *