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Parroquia "San José de Chacao"
Página Web Oficial del Complejo Parroquial "San José de Chacao" – Arquidiócesis de Caracas
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Ayer una persona me dijo, Diácono ¿por qué pasa todo esto? Esa persona hacía referencia a lo que sucedió en las elecciones presidenciales celebradas el pasado domingo 28 de Julio en nuestro país Venezuela. ¿Por qué sucede esto? Y luego me preguntó de otra manera, ¿por qué Dios permite esto?
Cuando escuchamos la primera lectura de ayer (Jer 14, 17-22, correspondiente al martes de la 17a semana del tiempo ordinario) podemos ir entendiendo en cierta manera cómo la palabra del trigo y la cizaña (Mt 13,36-43) nos puede ayudar a iluminar un poco esas preguntas y así encontrar una respuesta. El profeta Jeremías dice: “mis ojos se deshacen en lágrimas tiene mucho dolor en su corazón de día y de noche no cesan por la terrible desgracia que padece la doncella de mi pueblo una herida de fuertes dolores salgo al campo muertos a espada entro en la ciudad desfallecido de hambre tanto el profeta como el sacerdote vagan sin sentido por el país”.
El profeta experimenta un dolor inmenso en el lugar donde vive y le pregunta al Señor ¿Por qué has rechazado del todo a Judá?¿Tiene asco tu garganta de Sión?¿Por qué nos has herido sin remedio? Se espera la paz y no hay bienestar al tiempo de la cura sucede la turbación. Pero después de que el profeta experimenta el dolor, y en seguida de que le pregunta al Señor si está enojado con nosotros, cae en la cuenta de la respuesta al problema del mal y confiesa «reconocemos Señor nuestra impiedad«.
Alllí comienza mi respuesta a la pregunta de la persona de ayer: ¿Por qué Dios permite el mal? Precisamente por eso los discípulos le dicen al Señor «explícanos esta parábola», refiriendóse a la párabola del trigo y la cizaña, porque no la entendieron, y al igual que ellos, nosostros necesitamos una explicación para no explicarla a nuestra manera, porque la tentación de explicar esa párabola siempre será que terminemos acusando a Dios del mal.
Por eso nosotros tenemos que evitar ese lenguaje que culpa de todo a Dios y que de algún modo puede estar detrás de la pregunta que los discípulos le hacen al Señor que se las explique. Nosotros tenemos que evitar ese lenguaje que a veces lleva implícito»es que Dios lo quiso así»… A una señora la atropello una moto y enseguida decimos «es que Dios lo quiso así», y se alguien actúa con maldad decimos, «es que Dios lo quiso así». Y puedo decirles con certeza que ese no es el Dios en que creemos, ese no el Padre providente y mde misericordia que nos reveló nuestro Señor Jesucristo. Dios no mando una moto para que matara a una viejita, Dios no mando hacer maldad o a robar nada y mucho menos a engañar al pueblo.
Dios permite el mal, pero no es el autor del mal. Es por que el Señor nos explica la parábola: «el que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre», el que siembra la buena semilla es Él. Aquí no dice que el que siembra la cizaña es Jesús, aquí no dice eso y por eso es necesario aprender a escuchar y creerle a Dios. De una llave del agua limpia no sale agua sucia, el que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre, el campo es el mundo, la buena semilla son las personas, es decir que identifica la buena semilla con las buenas personas y luego va a identificar la cizaña con las malas personas, y con el enemigo pues va a identificar la cizaña con el diablo que es quien siembra la cizaña. La cizaña son las malas personas y el que la siembra es el diablo.
Me llama la atención que el profeta Jeremías, después de darse cuenta del dolor de su país, del hambre en el país envuelto en la guerra, en el país al que paz que no llega, empieza a decir, «Señor reconocemos nuestra impiedad la culpa de nuestros padres porque pecamos contra ti».
¿Cuál es el origen del mal? La causa que nos señala la Palabra de Dios es el pecado: la idolatría, el egoísmo, nuestra soberbia y nuestra misma maldad. Cuando abrimos la puerta al mal eso termina tocando a todo el mundo y por eso el Señor sembró el trigo, un trigo precioso, pero dice el Evangelio que por la noche mientras dormía llegó alguien y sembró la cizaña, alguien a quien se le dañó el corazón. Y aquí ocurre una cosa muy bella, ¿por qué el Señor permite el mal y dice que no corten la cizaña? El Señor podría quitarla de una y ya, pero permite que el trigo y la cizaña crezcan juntos y llegará el momento los separará.
Ciertamente es acción del Señor es misteriosa, y no sufras si te cuesta entenderlo, pero llegará el momento de la separación del trigo de la cizaña. ¿Por qué Dios permite que el mal crezca al lado del bien? Porque el mal trae consigo su propio bien. ¿No ha sido precisamente en las prueba donde usted y yo nos hicimos más fuertes? ¿No es en la enfermedad donde usted y yo nos volvimos más resilientes? ¿No es en esa situación que nos tiró contra el suelo dónde ustedes y yo nos volvimos más capaces? ¿No es en esa situación en la que usted creyó que no iba a ser capaz dónde usted descubrió su fortaleza?
La maldad trae consigo su propia bondad ¿cómo conocer al Dios que sana si no nos enfermamos? ¿cómo conocemos al Dios que acompaña si no experimentamos la soledad? ¿cómo conocemos al Dios que hace justicia si no experimentamos la injusticia? ¿cómo experimentamos al Dios del consuelo si no nos sentimos humillados? Y por eso el Señor en una sabiduría especial, aunque no lo entendamos, permite que crezca la semilla con la cizaña, el bien al lado del mal.
¿Qué podemos hacer nosotros? Simplemente reconocer nuestra impiedad, y ayudar con nuestra conversión a construir un mundo de paz. Dios todo lo permite para el bien de los que le aman. En su acción misteriosa siempre saca el bien incluso de los peores males. No perdamos las esperanzas, somos una nación consagrada al Santísimo Sacramento del Altar y todo aquel que pone su confianza en Dios nunca queda defraudado.
Dios es bueno.