DOMINGO XXI DEL TIEMPO ORDINARIO

¿A quien queremos seguir?

Diácono Freddy Obregón

¿Cuál es la razón por la que seguimos a Jesús? ¿Deseamos encontrar soluciones a los problemas que afectan nuestra vida humana? ¿Deseamos que sus milagros acaben con nuestras enfermedad, problemas o miedos? En ocasiones, es beneficioso reconsiderar cómo rezamos y pedimos para comprender por qué seguimos a Jesús.

Es comprensible y humano que oremos a Dios, especialmente por nuestras necesidades. Sin embargo, no seguimos a Jesús para obtener cosas a cambio, soluciones o satisfacción de nuestras necesidades. Hacer de la fe un mercado, un negocio sería eso. Se es un creyente y discípulo de Jesús por amor, con todas las responsabilidades, peligros y consecuencias asociadas con este tipo de amor. Podemos ver el Evangelio de este domingo desde esta perspectiva. Muchos seguidores de Jesús le dicen sinceramente que hablar de esta manera es difícil, a pesar de comprender lo exigente que es su mensaje. ¿Quién puede prestarle atención?

En la sinagoga de Cafarnaúm, Jesús estaba terminando su famoso discurso del pan de vida, invitando a las personas a tener una profunda comunión de vida con él. Lo entendieron y, al esperar un Mesías diferente y humano que los liberara del poder del imperio romano y les devolviera la gloria de ser el pueblo elegido de Dios, tomaron la decisión libre de no seguirlo más. Fue su honestidad, no es una traición. Prefirieron una voz humana entre tantas que hay en el mundo que la voz divina de Jesús.

Es probable que Cristo, quien ama profundamente a cada ser humano, haya experimentado una gran tristeza. Pero precisamente ese amor lo lleva a valorar la libertad en todo momento.

De la misma manera, en la actualidad, hay muchos individuos que, después de escuchar el Evangelio, se sienten más atraídos por las voces atrayentes del mundo y tienen menos demandas. Jesús nunca actúa con ira ante ellos, sino con una delicadeza similar a la de un enamorado que nunca deja de amar y respetar a sus amigos. ¿Por qué es tan difícil seguir a Jesús que incluso sus discípulos se sorprendían al criticarlo?

La carne en los labios de Jesús no se refiere únicamente a lo físico, sino también a todas las facetas humanas y todo lo que conlleva. La vida que da el espíritu y que dura para siempre no es una extensión de nuestra vida biológica para siempre, sino una comunión plena de amor con Dios en todo momento y lugar.

Es inevitable que exista una tensión entre lo humano y lo divino. La tensión social es causada por una humanidad que utiliza la violencia para resolver sus problemas. La tensión que se percibe en la sociedad por parte de uno de nosotros, bien el mensaje de Cristo, superando la religiosidad de mercado, se encuentra ante un amor que lo hace exclamar. Hablar de esta manera es difícil. ¿Quién será capaz de prestar atención a esto? Mientras no experimentemos esta dureza en persona, nuestra fe seguirá siendo inmadura.

Sólo en ese momento es cuando el verdadero discípulo de Cristo toma una decisión. Para ser amado por Dios, debes amar como Él. Desde entonces, muchos de sus seguidores se retiraron y no volvieron a acompañarlo. Si queremos ser honestos ante esta tensión entre lo humano y lo divino, debemos decidir si iremos con Él o no. ¿A quién vamos a ir, señor? Tienes palabras que perdurarán para siempre. Sabemos y creemos que eres el Santo de Dios.

Pedro tomó esa decisión con dificultad, tal vez durante toda su vida. Sin embargo, ¿quién, al encontrarse con la piedra del amor de Dios, optó por las palabras de vida eterna en lugar de las voces efímeras de una humanidad que se marchita? Hermanos, lo valioso de este misterio es que lo que a primera vista parece contradictorio, humanidad-divinidad, por esa tensión social que vemos y experimentamos también en nuestra propia persona, sabemos por Cristo que no es tal. Lo divino permite que el ser humano alcance su plenitud. Cuando la sociedad es divina, se vuelve mucho más humana. Cuando es divina, nuestra persona es mucho más plenamente humana.

La verdad sobre el hombre está en Dios y su amor. La anhelada fraternidad social se encuentra en Dios y su amor. Escuchamos en la primera lectura de este domingo cómo Josué reunió a todas las tribus de Israel, llamó a los ancianos, a los jefes, jueces y magistrados y les dijo: «Si os resulta difícil servir al Señor, hoy elegid a quien queréis servir». Que beneficioso sería si alguien como Josué nos congregara a todos. Si es difícil para ustedes servir al Señor, decida hoy a quien desea servir. El pueblo de Israel respondió diciendo «dioses».

Cristo es una piedra de tropiezo, hermanos. En algún momento llegará la hora de tomar una decisión. Algunos abandonarán, mientras que otros, posiblemente unos pocos, comprenderán que no hay otra persona con palabras de eternidad.

Dios es bueno.

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