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Parroquia "San José de Chacao"
Página Web Oficial del Complejo Parroquial "San José de Chacao" – Arquidiócesis de Caracas
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Quien tiene las llaves de una casa tiene el pode sobre ella. Entra, sale, hace y deshace. Es el caso de Sobná, mayordomo real, que se aprovecha en beneficio propio de su situación privilegiada como encargado del palacio. Dios va a intervenir restituyendo el orden, destituyendo a este mayordomo y “colgará la llave” sobre el hombro de alguien fiel: Eliacín, su siervo. La llave es signo, más que de poder, de una responsabilidad muy grande que hay que cumplir con auténtica fidelidad. El texto profético enlaza con el Evangelio, donde Jesús otorga a Pedro una gran responsabilidad: “te daré las llaves del Reino de los Cielos”. Tener las llaves no es un privilegio sino una responsabilidad de servicio que Pedro tendrá que ir aprendiendo y que le llevará a entregar la vida como su Maestro y Señor, “Mesías Hijo de Dios vivo”. El poder reflejado en las llaves, conferido por Jesús a su Iglesia en la persona de Pedro, “piedra”, es el de abrir, “dar acceso”, al camino y al proyecto del Reino de Dios, así como “cerrarlo” a todo aquello que se aviene mal o lucha denodadamente contra este proyecto de vida nueva y plenitud que Dios nos ofrece.
Estos versículos del salmo 137, que nos sirven como Responsorial de este domingo, subrayan la actitud reverente y agradecida del salmista ante el Dios de “misericordia y lealtad”. El salmista se ha visto agraciado por esa misericordia: “cuando te invoqué me escuchaste, acreciste el valor en mi alma”, por ello alaba y agradece desde un sentimiento profundo de humildad y es que “el Señor de fija en el humilde y de lejos conoce al soberbio”. El humilde reconoce la bondad de Dios, no ve los dones de Dios como privilegios para el disfrute propio sino más bien como beneficios de su misericordia. Esto es lo que no ha entendido el mayordomo Sobná y lo que Pedro aprenderá junto a Jesús para desempeñar bien la alta misión encomendada.
La segunda lectura nos ofrece un breve texto de la carta a los Romanos, una especie de pequeño himno con el que concluye el capítulo 11, dedicado a reflexionar sobre el pueblo de Israel, del cual el Apóstol espera la conversión porque Dios no ha rechazado a su pueblo de elección. Todo el plan de Dios, todo su proyecto de salvación en favor de todos es lo que hace a Pablo expresar admiración por el conocimiento de Dios, “abismo de generosidad y sabiduría… insondable en sus decisiones, irrastreable en sus caminos”… Imposible conocer la mente de Dios pero todo lo que sale de ella es bueno para el mundo y para el ser humano, pues Dios es “origen, guía y meta del universo”… Todo lo ha hecho bien y bueno para nosotros. Dios, “abismo insondable de amor”, al que solo cabe glorificar.
En el evangelio de este domingo Jesús lanza a los discípulos la pregunta “¿quién dice la gente que soy yo?” para llegar a la pregunta que a él le interesa formular: “y vosotros, ¿quién decís que soy yo?”. La gente ya tiene una opinión formada sobre Jesús: Juan Bautista resucitado, Elías, que precede a la llegada del Mesías, o un profeta. Estas opiniones apuntan desde luego a la singularidad de la persona de Jesús, es alguien especial, pero ¿y para los discípulos?… Pedro se adelanta y responde afirmando que Jesús es el Mesías y el Hijo de Dios. Se trata de una respuesta “inspirada”. Pedro no sabe en realidad su significado como mostrará el evangelio del próximo domingo, continuación de éste. Esta respuesta de Pedro obedece a una inspiración de lo Alto, no viene “de la carne y de la sangre”. Esta respuesta confirma a Pedro en una misión que se le encomienda y que, para llevarla adelante, necesitará saber el verdadero significado de la misma y no lo que él se imagina. Siguiendo a Jesús, día a día, irá comprendiendo el sentido de su respuesta inspirada y la responsabilidad de su misión de ser “piedra” de la Iglesia de Jesús, representada en ciernes en los apóstoles testigos de estas cosas. Entendiendo poco a poco el mesianismo de Jesús como entrega y servicio estará preparado para desempeñar su propia entrega y servicio. Llaves, atar y desatar: poder responsable que se traduce en un servicio eclesial a todos como primado en el orden de la fe, de la verdad, de la integridad evangélica y la caridad solícita, velando por el bien del rebaño del Buen Pastor.
Por: Fray Juan Carlos González del Cerro O.P.
Tomado del sitio web: https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/hoy/pautas/