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Parroquia "San José de Chacao"
Página Web Oficial del Complejo Parroquial "San José de Chacao" – Arquidiócesis de Caracas
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Cuando las cosas no suceden como nosotros queremos, o no se cumplen nuestros deseos, decimos y creemos que Dios es injusto, porque Él no nos complace en aquello que queremos. Dios nunca es injusto. Él en su infinita bondad y porque nos ama, es incapaz de concedernos aquello que no nos conviene, aunque pensemos mal de Él.
El proceder del hombre, es el que injusto, porque nos dejamos llevar por los caprichos y la soberbia, creyendo que los demás tienen que avalar lo que deseamos, pensamos y hacemos, comenzando con el Señor. Debemos darnos cuenta, que nuestro mal proceder nos puede arrastrar a la perdición, a no alcanzar la vida eterna que Cristo nos ha prometido. Por eso, es muy importante ser humildes, y tener los pies bien plantados sobre la tierra, para poder ser justos y hacer las cosas bien, con humildad, como lo espera de nosotros el Señor, en su infinito amor.
Es muy importante, que en nuestra vida seamos coherentes con lo que pensamos y decimos. Si decimos, que estamos unidos al amor entrañable y misericordioso de Jesús, debemos actuar de tal manera, que eso se manifieste en nuestra vida, evitando una serie de situaciones que contradicen lo que se relacione con ese amor. El Señor ha dejado el mandamiento del amor, expresando hacia Él, en el afecto y trato que damos a los hermanos, y que se transparenta en el amor propio, como Cristo nos lo ha mandado. La humildad es un gran don, aunque tarde en expresarse, porque muchas veces, depende de un proceso interior, donde debemos aprender a reconocer: lo importante que es el otro en mi vida y cómo eso me une más a Cristo.
Como vemos en el evangelio de hoy, Mt 21, 28-32, el Señor nos llama a estar con Él, participando de su proyecto de salvación. Muchos, usando solo las palabras, son prestos a acompañarle, pero al final «brillan por su ausencia». Así hacen con los demás, huyen ante cualquier compromiso, y dicen: ya voy, pero luego, no aparecen, y ni si quiera se excusan. ¿Si eso lo hacen con los hombres, a los que pueden ver, cuantas veces más no se lo harán al Señor, al que no ven?
Sin embargo, hay personas que no quieren comprometerse, porque no entienden, no están de acuerdo, o simplemente le huyen a la responsabilidad de acompañar al Señor en su labor de construir el Reino. Reflexionan, interiorizan el llamado que Él les ha hecho, se dan cuenta de lo provechoso que puede ser para sus vidas, «toman el toro por los cuernos», y se hacen presentes, para dar el todo por el todo. En la responsabilidad que el Señor ha puesto en sus manos, demuestran lo valioso e importante que es en las cosas de Dios, el ser humilde, es decir, bien dispuesto a la labor en el espíritu, el ser obediente.
Una vida separada de Dios, lleva a situaciones que nos hacen pecar, a vivir en el pecado, pero si nos arrepentimos, y con humildad cambiamos nuestra vida, asumiendo el mensaje liberador y salvador de Cristo, podemos entrar en una nueva vida de unión con Él, el que todo lo puede.
Por otra parte, el que es soberbio, egoísta, puritano y escrupuloso, como los antiguos líderes políticos y religiosos judíos, no puede mirar la grandeza que el Señor pone delante de sus ojos. Dice que está con el Señor, pero no le obedece, no planta y no le acompaña. Cuando se reconoce la propia pequeñez, se es humilde, se es obediente. El que es obediente no se equivoca y vive feliz.
P. Alexander Castro