DOMINGO XXXI DEL TIEMPO ORDINARIO, Ciclo B

El Amor la llave que abre las puertas del cielo

Diácono Freddy Obregón

Hermanos, hoy nos encontramos ante una de las máximas expresiones del amor de Dios: el mandamiento nuevo. Jesús, en diálogo con un escriba, resume toda la Ley en dos grandes mandamientos: amar a Dios sobre todas las cosas y amar al prójimo como a nosotros mismos. Estos mandamientos, lejos de ser una carga, son la llave que nos abre las puertas del Reino de los Cielos.

El primer mandamiento nos invita a una entrega total a Dios. Es un llamado a amar a Dios no solo con nuestras palabras, sino con toda nuestra vida. Es un amor que se expresa en la oración, en la adoración, en la búsqueda de su voluntad y en el cumplimiento de sus mandamientos. Es un amor que nos transforma y nos hace más semejantes a Él.

El segundo mandamiento nos lleva a amar a nuestros hermanos y hermanas en la fe y a todos los hombres y mujeres, sin excepción. Es un amor que se concreta en acciones concretas: en el servicio a los demás, en el perdón, en la justicia, en la paz. Es un amor que nos desafía a salir de nosotros mismos y a ponernos al servicio de los más necesitados.

Estos dos mandamientos están íntimamente unidos. No podemos amar verdaderamente a Dios si no amamos a nuestro prójimo, y viceversa. El amor a Dios se manifiesta en el amor al prójimo, y el amor al prójimo nos acerca más a Dios. Es como una moneda con dos caras: una cara es Dios y la otra es el prójimo.

Amar a Dios y al prójimo no siempre es fácil. Encontramos obstáculos en nosotros mismos y en el mundo que nos rodea. El egoísmo, la indiferencia, la injusticia y el pecado son fuerzas que nos alejan del amor. Sin embargo, con la gracia de Dios, podemos superar estos desafíos.

Hermanos y hermanas, este Evangelio nos interpela hoy. Nos invita a reflexionar sobre nuestro modo de vivir y a comprometernos a vivir el amor de manera más auténtica.

Amar como Cristo amó es un desafío constante. En un mundo marcado por el individualismo y la indiferencia, es fácil caer en la tentación de buscar nuestro propio beneficio y de cerrar nuestro corazón a los demás. Sin embargo, con la gracia de Dios, podemos superar estos obstáculos y vivir el amor ágape en plenitud.

¿Cómo podemos vivir este Evangelio en nuestra vida diaria?

* Orando: Dedicando tiempo a la oración personal y comunitaria, buscando un encuentro profundo con Dios.

* Sirviendo: Buscando oportunidades para servir a los demás, en nuestra familia, en nuestra comunidad y en la Iglesia.

* Perdonando: Liberándonos del resentimiento y ofreciendo perdón a quienes nos han ofendido, siguiendo el ejemplo de nuestro Padre celestial.

* Testimoniando: Dando testimonio de nuestra fe con nuestra vida, siendo luz en medio de las tinieblas.

* Construyendo la paz: Trabajando por un mundo más justo y equitativo, promoviendo la reconciliación y la fraternidad entre todos los hombres y mujeres.

Queridos hermanos, el amor es el camino hacia la felicidad. Al amar a Dios y al prójimo, encontramos la plenitud de nuestra vida y cumplimos nuestra vocación como cristianos.

Que la Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra, nos ayude a vivir este Evangelio en nuestra vida diaria. Que el Espíritu Santo nos llene de su amor y nos guíe en nuestro camino hacia la santidad.

Dios es bueno.

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