Ya estamos en la semana santa o la semana mayor como muchos la llaman, y el evangelio de hoy nos presenta uno de los relatos más hermosos que nos permite encontrarnos con acto de adoración de una persona agradecida.
Jesús va a casa de Lázaro y sus hermanas han preparado una cena, imaginemos como pudo haber sido la misma, cuando Jesús había devuelto a la vida a Lázaro, imaginemos ese derroche de agradecimiento y ese momento fraterno que se vivía. Jesús y Lázaro; la vida y el amor fraterno allí cenando.
Y es María la hermana de Lázaro que se lanza a los pies del Señor y derrama un frasco de perfume caro muy caro – 300 denarios significaba lo ganado de un trabajador durante todo un año- y lo seca con sus cabellos. Este tipo de perfume se iba pasando de madres a hijas y lo usaban la noche de su boda para entrar en la alcoba nupcial.
Que derroche de amor se ve reflejado en este gesto. María quiebra el perfume y lo derrama sobre los pies del amado, cómo signo de entrega total impregnando toda la casa de ese aroma. Una fragancia que muy bien las personas conocían por ser el mismo que se usaba para los matrimonios.
Pero como en toda historia bonita siempre hay un lado feo, Judas quien era el encargado de la bolsa se escandaliza, no por el perfume derramado, sino por el costo del mismo y lo que significaba en términos de ganancia -para él – si se hubiera vendido. Lejos de sus corazón pensar en los pobres.
Y la hermosa frase del Señor, «ella se ha adelantado a mi sepultura» lo tenía guardo pero se ha quebrado para el Señor. Cuántas veces tenemos a nuestro lado a personas que amamos y después que mueren es que le hacemos homenajes, cuando ya no los pueden disfrutar.
Bien vale la pena reflexionar en este texto, lo que nos presenta la palabra. ¿Somos capaces de quebrar nuestras vidas para derramarnos a los pies del Señor? ¿Qué aroma tiene mi vida? ¿Soy capaz de impregnar de mi perfume las vidas de los otros?
Que el Señor en este día nos permita recordar ese aroma que recibimos en nuestro bautizo y lo podamos renovar y mantener con nuestras buenas obras.
Dios es bueno.
Diácono Freddy Obregón
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