NOVENA AL ESPÍRITU SANTO. Sexto día: Jesús da su vida para salvarnos

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.


INVOCACIÓN AL ESPÍRITU SANTO

Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor.

Oh, Espíritu Santísimo y digno de adoración,
hazme entender tu dulce y amable voz.
Quiero estar ante ti como una pluma ligera,
para que tu aliento me lleve a donde quiera
y yo no le oponga jamás la más mínima resistencia.

(P. François Libermann)
 

INTRODUCCIÓN A LA PALABRA DE DIOS

San Juan evangelista expresa a menudo las realidades invisibles a través de gestos y signos visibles. Eso es lo que hace en el relato de la Pasión. Los gestos y las palabras conservan su sentido ordinario, pero se abren a un sentido espiritual más profundo. Esto lo vemos en el gesto de confiar a Juan a su madre y a su madre a Juan. Esto lo vemos cuando Jesús entrega el espíritu (donde vemos que se refiere al Espíritu). Esto lo vemos en la lanza que perforó el costado de Jesús e hizo brotar sangre y agua, las cuales hacen alusión al bautismo.


LA PALABRA DE DIOS (Jn 19,23-34)

Los soldados, después que crucificaron a Jesús, tomaron sus vestidos (…). Para que se cumpliera la Escritura: Se han repartido mis vestidos, han echado a suertes mi túnica. Y esto es lo que hicieron los soldados.

Junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Clopás, y María Magdalena. Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: “Mujer, ahí tienes a tu hijo”.

Luego dice al discípulo: “Ahí tienes a tu madre”. Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa.

Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido, para que se cumpliera la Escritura, dice: “Tengo sed”. Había allí una vasija llena de vinagre. Sujetaron a una rama de hisopo una esponja empapada en vinagre y se la acercaron a la boca. Cuando tomó Jesús el vinagre, dijo: “Todo está cumplido”. E inclinando la cabeza entregó el espíritu.

Los judíos, como era el día de la Preparación (…), rogaron a Pilato que les quebraran las piernas y los retiraran. Fueron, pues, los soldados y quebraron las piernas del primero y del otro crucificado con él. Pero al llegar a Jesús, como lo vieron ya muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza y al instante salió sangre y agua.


MEDITACIÓN

La muerte de Jesús sobre la cruz es el encuentro entre el mal que reina en el mundo y el amor de Cristo. Amor del hombre y de Dios. «Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo» (Jn 13,1).»Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos» (Jn 15,13).

«Padre, los que tú me has dado, quiero que donde yo esté, estén también conmigo, para que contemplen mi gloria, la que me has dado, porque me has amado antes de la creación del mundo” (Jn 17,24).

En el momento de su muerte, Jesús da a Juan su Madre y su Madre a Juan. El discípulo amado nos representa y representa a la Iglesia.

Para que todo se cumpla, Jesús nos da su Espíritu. De su corazón abierto, nos da la sangre del sacrificio y el agua del bautismo: «Este es el que vino con agua y con sangre: Jesucristo; no solamente con el agua, sino con el agua y con la sangre. Y es el Espíritu quien da testimonio, porque el Espíritu es la Verdad. Pues tres son los que dan testimonio: el Espíritu, el agua y la sangre, y los tres convergen en lo mismo” (1 Jn 5,6-8).


SILENCIO DE LA COMUNIÓN CON DIOS

Habla, Señor, que tu siervo escucha. Explícame los secretos de la vida.


ORACIÓN A MARÍA (Stabat mater, Jacopone de Todi, 1228-1306)

1. La Madre piadosa parada
junto a la cruz y lloraba
mientras el Hijo pendía.
Cuya alma, triste y llorosa,
traspasada y dolorosa,
fiero cuchillo tenía.

2. ¡Oh, cuán triste y cuán aflicta
se vio la Madre bendita,
de tantos tormentos llena!
Cuando triste contemplaba
y dolorosa miraba
del Hijo amado la pena.

3. Y ¿cuál hombre no llorara,
si a la Madre contemplara
de Cristo, en tanto dolor?
Y ¿quién no se entristeciera,
Madre piadosa, si os viera
sujeta a tanto rigor?

4. Por los pecados del mundo,
vio a Jesús en tan profundo
tormento la dulce Madre.
Vio morir al Hijo amado,
que rindió desamparado
el espíritu a su Padre.

5. ¡Oh dulce fuente de amor!,
hazme sentir tu dolor
para que llore contigo.
Y que, por mi Cristo amado,
mi corazón abrasado
más viva en él que conmigo.

6. Y, porque a amarle me anime,
en mi corazón imprime
las llagas que tuvo en sí.
Y de tu Hijo, Señora,
divide conmigo ahora
las que padeció por mí.

7. Hazme contigo llorar
y de veras lastimar
de sus penas mientras vivo.
Porque acompañar deseo
en la cruz, donde le veo,
tu corazón compasivo.

8. ¡Virgen de vírgenes santas!,
llore ya con ansias tantas,
que el llanto dulce me sea.
Porque su pasión y muerte
tenga en mi alma, de suerte
que siempre sus penas vea.

9. Haz que su cruz me enamore
y que en ella viva y more
de mi fe y amor indicio.
Porque me inflame y encienda,
y contigo me defienda
en el día del juicio.

10. Haz que me ampare la muerte
de Cristo, cuando en tan fuerte
trance vida y alma estén.
Porque, cuando quede en calma
el cuerpo, vaya mi alma
a su eterna gloria. Amén.

Amén.


ORACIÓN AL ESPÍRITU SANTO – (Rimaud – Gélimeau, K79-1, SM)

Abran sus corazones al soplo de Dios.
Su vida se injerta en las almas que toca.
Que un pueblo nuevo renace de las aguas.
¡Donde el Espíritu aletea en sus bautismos!
Abramos nuestros corazones al soplo de Dios,
porque él respira en nuestra boca.
¡Más que nosotros mismos!

Entreguen su ser a los gérmenes del Espíritu
viene a unirse a todo sufrimiento:
el cuerpo del Señor
está hecho de los dolores
del hombre aplastado por la injusticia.
Entreguemos nuestro ser a los gérmenes del Espíritu.
Para que nos conceda ser valientes
a su servicio.

Volvamos los ojos al huésped interior,
sin querer otra cosa que esa presencia.
Vivan del Espíritu
para ser aquel
que da su nombre al Padre.
Volvamos los ojos al huésped interior,
porque él habita nuestros silencios,
¡y nuestras oraciones!


Oremos por la Iglesia, por el mundo, por nuestros conocidos y por nosotros mismos:

(Intenciones libres)

Padrenuestro, Avemaría y Gloria


 

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