Padre Juan Grilc, cultivador de amabilidad

La figura del Padre Juan Grilc se destaca por su profunda amabilidad. Quienes lo conocieron lo describen como un hombre capaz de ”conquistar corazones gracias a su trato amable y digno hacia todos”. Esta característica del Padre Juan encuentra un eco en el llamado del Papa Francisco a cultivar la amabilidad (Fratelli Tutti, 222-224). Esta amabilidad se evidencia en seis aspectos fundamentales de su vida: su ejemplaridad en la juventud, sus inicios en el sacerdocio, su espíritu itinerante, su labor evangelizadora en el colegio parroquial, su vida cotidiana y su fama de santidad.

  1. Su ejemplaridad en la juventud

Juan Grilc nació en Novo Mesto (Eslovenia) el 20 de febrero de 1926. Hijo de María Resman de Grilc y Luis Grilc. Juan demostró su valentía desde joven al unirse al Ejército Católico de Defensa del Hogar (Domobranci) durante la Segunda Guerra Mundial, enfrentando así la amenaza del régimen comunista.

Perseguido por sus convicciones religiosas en una Europa sumida en la posguerra, el seminarista esloveno inició un exilio que lo llevó desde Lublin, en la actual Polonia, hasta las tierras argentinas. Tras un arriesgado viaje a través de Austria e Italia, fue ordenado sacerdote en Buenos Aires el 19 de marzo 1951, día de San José. Su fe en San José lo acompañó en cada celebración, convirtiéndose en una constante en su vida espiritual.

Al contemplar los primeros años de vida del padre Juan, nos vemos confrontados con la encarnación viva de la bienaventuranza de los perseguidos (Cf. Mt 5, 10). Su figura, surgida de las sombras de la persecución, se erige como “una estrella que ilumina el camino de quienes buscan la justicia”, tal y como lo describe el Papa Francisco en Fratelli Tutti (N° 222)

  1. Sus inicios en el sacerdocio

Tras seis años de ministerio en Argentina, el padre Juan arribó a Venezuela en 1958, siendo recibido por el entonces Arzobispo de Caracas, Monseñor Rafael Arias Blanco. Dedicado a la pastoral de la comunidad eslovena en Venezuela, fue asignado como capellán y adscrito a la Parroquia de San José de Chacao. Durante su labor en Chacao, se destacó por su entrega abnegada al servicio de la Iglesia y de sus fieles, ganándose el afecto de todos. Su trato afable, suave y consolador, tal como lo describe el Apóstol San Pablo en Gálatas 5,22, lo convirtió en un bálsamo para las almas atribuladas. Al igual que señala el Papa Francisco en Fratelli Tutti (N° 223), el padre Juan “hizo llevadera la existencia de quienes cargaban con el peso de sus problemas y angustias”

El padre Juan continuó su camino pastoral al ser nombrado párroco de San Cayetano en Horizonte, El Marqués, en mayo de 1969. Allí, como en Chacao, se entregó en cuerpo y alma a su comunidad, cuidando tanto de sus aspectos espirituales como materiales, especialmente de sus paisanos eslovenos. En 1979, volvió a San José de Chacao, donde se dedicó como párroco a servir con el mismo entusiasmo. Su amabilidad era su sello distintivo, una cualidad que, como dice el Papa Francisco en Fratelli Tutti (N° 223), nos libera de la dureza y la prisa que a menudo nos impiden ver las necesidades de los demás

  1. Su espíritu itinerante

El padre Juan, capellán de la comunidad eslovena en Venezuela, a través de la celebración de misas en Caracas, Valencia, Maracay, Barquisimeto, Maracaibo y Mérida demostró cómo la fe puede ser un puente entre culturas. Su labor pastoral, marcada por su propia experiencia como migrante, reafirma el llamado del Papa Francisco a reconocer que “las historias de los migrantes también son historias de encuentro entre personas y entre culturas: para las comunidades y las sociedades a las que llegan son una oportunidad de enriquecimiento y de desarrollo humano integral de todos” (Fratelli Tutti n. 133)

  1. Su acción evangelizadora en el Colegio Parroquial.

El padre Juan, continuando la labor del padre Moncada en su rol de párroco, se desempeñó como Rector del Colegio Parroquial Sagrado Corazón de Jesús. Gozaba del profundo respeto de todo el personal docente y estudiantil. Quienes lo conocieron y aún laboran en la institución coinciden en afirmar que su presencia y sus palabras infundían paz y ánimo en la comunidad educativa. Creyendo firmemente en el potencial de cada alumno, el padre Juan fomentaba un ambiente de respeto y confianza. De esta manera, demostró la trascendencia de la labor evangelizadora en los colegios parroquiales, donde se promueve la búsqueda de consensos y se construyen puentes en lugar de muros, tal como lo expresa el Papa Francisco en Fratelli Tutti (n° 224)

  1. Su vida cotidiana.

Con una espiritualidad sólida y una humildad que lo caracterizaba, el padre Juan se dedicaba con igual entrega la felegría de San José de Chacado y a sus paisanos, tanto en Caracas como en el interior del país. Su mansedumbre, propia de los que buscan la paz, lo convertía en un verdadero bienaventurado. Su capacidad para conectar con las personas y su generosidad lo hicieron merecedor del cariño y respeto de todos los que lo conocieron

El padre Juan, cariñosamente llamado así por sus feligreses, siempre mostró una gran cercanía con todos. Organizó la vida parroquial adaptándose a las necesidades particulares de su comunidad y a los desafíos de su tiempo, siempre teniendo en cuenta a todas las personas. Su trato era amable pero firme, especialmente cuando la situación lo requería. Gracias a su liderazgo, florecieron diversas agrupaciones y actividades, atrayendo a un gran número de personas, especialmente jóvenes, y fomentando una profunda devoción al sacramento de la confesión

Bajo el liderazgo del padre Juan, la Parroquia de San José de Chacao se convirtió en un referente de compromiso social. El sacerdote impulsó una amplia gama de actividades misioneras y de ayuda a los más necesitados, tanto a nivel local como en comunidades más alejadas. Su visión incluía la promoción de la solidaridad entre las parroquias, fomentando que las más favorecidas apoyaran a las que se encontraban en mayor dificultad

Con una dedicación incansable, el padre Juan combinaba su ministerio pastoral con el cuidado de su salud física a través del ejercicio. A pesar de sus múltiples responsabilidades, siempre encontraba tiempo para atender las necesidades de sus paisanos. Incluso después de ser nombrado Monseñor y Capellán de Su Santidad Juan Pablo II en 1995, mantuvo su sencillez y cercanía, conservando el cariño y el respeto de sus feligreses, quienes lo seguían llamando cariñosamente «padre Juan

La amabilidad del padre Juan era un reflejo de su corazón puro, forjado a través de un constante camino de purificación interior. Como señala el Papa Francisco, su misericordia era tan profunda que lo hacía parecer «demasiado pobre para poner condiciones». Esta búsqueda de la santidad se manifestaba en todos los aspectos de su vida: en su devoción litúrgica, en sus conversaciones y en su cuidado personal. Incluso ante la adversidad, como la enfermedad que lo afectó, mantuvo su serenidad y su afable trato

  1. Su fama de santidad

La noticia del fallecimiento del padre Juan, ocurrido el 13 de junio de 1997 tras una emergencia médica, causó una profunda tristeza en quienes lo conocían. Su partida dejó un vacío imborrable en la comunidad, que lo recordaba como un pastor cercano y compasivo. Su tumba sigue siendo un lugar de peregrinación para quienes lo quieren. En reconocimiento a su destacada labor, una calle del municipio Chacao lleva su nombre y recibió póstumamente la máxima condecoración. Hoy, su recuerdo sigue vivo en el corazón de quienes lo conocieron, quienes hablan de él con alegría, gratitud y como ejemplo de la necesidad cristiana a ser un cultivador de la ambailidad.

Pbro Thomas Chacón

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *