DOMINGO XX DEL TIEMPO ORDINARIO

Nos convertimos en los que comemos

Pbro Thomas Chacón 

Este domingo nos encontramos ante un misterio profundo y reconfortante: la Eucaristía. En el Evangelio de Juan, Jesús nos dice: «Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre». (Jn 6,51) Esta afirmación nos invita a reflexionar sobre la profunda conexión que existe entre lo que comemos y lo que somos.

Es un hecho científico que nuestra alimentación influye directamente en nuestra salud física. Lo que ingerimos nutre nuestras células y moldea nuestro cuerpo. Si comemos alimentos saludables, nuestro cuerpo se fortalece y se vuelve más resistente a las enfermedades. Por el contrario, si abusamos de alimentos procesados y grasas saturadas, nuestra salud se deteriora y aumentamos el riesgo de padecer diversas enfermedades.

Esta relación entre la alimentación y el cuerpo tiene también una dimensión espiritual. San Pablo, nos dice: «¿No saben que ustedes son templo de Dios, y que el Espíritu de Dios habita en ustedes?» (1 Cor 3,16). Nuestro cuerpo es el templo del Espíritu Santo, y lo que introducimos en él influye en nuestra vida espiritual.

Jesús, al presentarse como el pan de vida, nos invita a alimentarnos de Él para vivir una vida plena y abundante. Al recibir su Cuerpo y su Sangre en la Eucaristía, no solo recibimos un alimento espiritual, sino que nos unimos íntimamente a Él. Como dice San Pablo en la carta a los Gálatas: «Cristo sea formado en ustedes» (Gal 4,19b). Al comulgar, Cristo se forma en nosotros, transformándonos en nuevas criaturas.

Nos podemos preguntar: ¿En qué se transforman quienes se alimentan de Jesús? Las lecturas de hoy nos ofrecen pistas preciosas: quienes comen el Pan de Vida viven como los sabios, guiados por la prudencia, como dice el libro Proverbios de la primera lectura de hoy. Viven también como canta el Salmo de hoy, bendiciendo al Señor en todo momento, encontrando en Él su alegría y su paz, viendo que bueno es el Señor. Y, siguiendo las palabras de San Pablo a los Efesios, de la segunda lectura, viven llenos del Espíritu Santo, con una alegría serena, sensatos y con una gratitud constante que abre el camino de la vida.

Hermanos y hermanas, la Eucaristía es mucho más que un simple ritual. Es el sacramento central de nuestra fe, en el que nos encontramos con Cristo vivo y resucitado. Al alimentarnos de su Cuerpo y su Sangre, nos convertimos en lo que comemos: somos transformados en Cristo, somos hechos santos y somos enviados a anunciar la Buena Nueva.

Invito a cada uno de ustedes a acercarse al sacramento de la Eucaristía con fe y devoción. Que este alimento celestial nos transforme cada vez más en la imagen de Cristo, para que podamos ser testigos de su amor y de su misericordia en el mundo.

Hoy es un buen día para preguntarnos:

¿Cómo influye mi alimentación en mi vida espiritual?

¿Qué significa para mí que Cristo se forme en mí?

¿Cómo puedo compartir la Buena Nueva con los demás?

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *