San Pablo modelo de Evangelización (9na parte)

ENCUENTROS DE FORMACIÓN CATÓLICA

¡Bienvenidos todos a nuestro ciclo de encuentros que llamamos: ¡Ven a Caminar con Jesús! Tocando el tema de San Pablo como modelo de la Evangelización.

Hemos estado estudiando el método usado por San Pablo para hacer llegar la palabra de Dios, a todos los sitios que visitó y para lograr ser «Iglesia» en esas comunidades que evangelizó. La etapa que hemos estudiado, está enmarcada en el libro de los Hechos de los Apóstoles, el cual ya hemos visto que es un recorrido muy interesante y de seguro transformador.

¿Recuerdan la pregunta del encuentro pasado? ¿Porqué de este tema? Es que la iglesia nos manda a ser discípulos y misioneros.

Continuamos con la parte de ser Misioneros y ya estamos viendo a lo que se expone un misionero.

Todo tiene un comienzo, así que empezamos pidiéndole a San Pablo que nos tome de la mano, nos lleve a recorrer para conocer y también hacer lo que él hizo.

Glorioso apóstol San Pablo, vaso escogido del Señor para llevar su santo nombre por toda la tierra; por tu celo apostólico y por tu abrasada caridad con que sentías los trabajos de tus prójimos como si fueran tuyos propios; por la inalterable paciencia con que sufriste persecuciones, cárceles, azotes, cadenas, tentaciones, naufragios y hasta la misma muerte; por aquel celo que te estimulaba a trabajar día y noche en beneficio de las almas y, sobre todo, por aquella prontitud con que a la primera voz de Cristo en el camino de Damasco te rendiste enteramente a la gracia, te ruego, por todos los apóstoles de hoy, y que me consigas del Señor que imite tus ejemplos oyendo prontamente la voz de sus inspiraciones y peleando contra mis pasiones sin apego ninguno a las cosas temporales y con aprecio de las eternas, para gloria de Dios Padre, que con el Hijo y el Espíritu Santo vive y reina por todos los siglos de los siglos.

Amén.

¡Hola a todos!, que gusto tenerlos nuevamente en este último encuentro de esta serie, donde hemos visto, conocido, viajado y sufrido con San Pablo. Conocimos lo que significó para él, lo que ha significado y significa hoy para la Iglesia y la labor de ser Misionero de Jesús, llevando el Evangelio a todas las naciones.

Aunque este recorrido lo hubiéramos hecho en varios años de estudio, ha sido inmensamente condensado en 9 audios, para hacer comprender a todos los que me escuchan, que esta labor no es precisamente la más divertida ni la más fácil dentro de todas las que se pueden presentar en nuestra vida de fe, pero es, en definitiva, aquella mandada por Jesús, la que deja sin lugar a dudas, nuestros nombres escritos en el cielo.

En el encuentro pasado hablamos del fracaso del Areópago al éxito en Corinto, donde me anticipaba a un hecho que sigue de forma imparable.

Cuanta más resistencia hay, más éxito se tiene llevando la palabra del Señor, ya que, de una manera poco racional desde el punto de vista humano, el Señor puede convertir los aparentes fracasos en grandes conversiones.

Por otro lado, nunca debemos olvidar aquello que les comenté en audios pasados, “…que nuestra lucha no es contra Carne ni Sangre sino contra Principados y Potestades…”, lo que en pocas palabras quiere decir, que luchamos contra satanás, ni más ni menos. Si estamos con Jesús, debe ser al 100% y toda nuestra vida debe ser reflejo de eso, en caso contrario puede pasar lo que a continuación leeremos. Busca Hechos 19,13-20, leemos:

“…Algunos exorcistas ambulantes judíos, hicieron la prueba de pronunciar el nombre del Señor Jesús sobre los poseídos por los malos espíritus, diciendo: «Yo los conjuro por ese Jesús que anuncia Pablo».

Un cierto Sevas, Sumo Sacerdote judío, tenía siete hijos que practicaban estos exorcismos. El espíritu malo les respondió: «Yo conozco a Jesús y sé quién es Pablo, pero ustedes, ¿quiénes son?».

Y el hombre poseído por el espíritu malo, abalanzándose sobre los exorcistas, los dominó a todos y los maltrató de tal manera que debieron escaparse de esa casa desnudos y cubiertos de heridas.

Todos los habitantes de Efeso, tanto judíos como paganos, se enteraron de este hecho y, llenos de temor, glorificaban el nombre del Señor Jesús. Muchos de los que habían abrazado la fe vinieron a confesar abiertamente sus prácticas, y un buen número de los que se habían dedicado a la magia traían sus libros y los quemaban delante de todos.

Se estimó que el valor de estos libros alcanzaba a unas cincuenta mil monedas de plata. Así, por el poder del Señor, la Palabra se difundía y se afianzaba.”

Este hermoso relato habla por sí solo. Producto de la manifestación del demonio, muchos se dieron cuenta de lo equivocados que estaban y renunciaron, óigase bien, renunciaron y abandonaron a TODO aquello que era pagano y no estaba cónsono con lo que San Pablo había predicado.

La tragedia de hoy en la Iglesia, es que muchos todavía no han hecho eso, no han renunciado a “morir para nacer de nuevo” como dijo Jesús a Nicodemo, a ser una nueva creatura al modo de Jesús, a cumplir sus promesas bautismales y a su Sacramento de la Confirmación. Como bien pueden imaginar, ¿qué frutos se espera,ºº si el que lleva la Palabra de Dios no es un reflejo de Santidad o que se le note que la está buscando?

Aunque la Santidad es un tema que tocaremos prontamente, es en eso a donde debemos poner mucha atención, ya que no solo es “tarjeta de presentación”, sino que es la actitud correcta para las cosas de Dios.

A partir de aquí, San Pablo anuncia que debe volver en sus viajes, eventualmente dirigirse a Roma y sufrir el martirio. Esta despedida nos llega de mucha esperanza más que dolor. Escuchemos que nos dice. Busca Hechos 20, 18-38. Leemos:

“…Cuando estos llegaron, Pablo les dijo: «Ya saben cómo me he comportado siempre con ustedes desde el primer día que puse el pie en la provincia de Asia.  He servido al Señor con toda humildad y con muchas lágrimas, en medio de las pruebas a que fui sometido por las insidias de los judíos.

Ustedes saben que no he omitido nada que pudiera serles útil; les prediqué y les enseñé tanto en público como en privado, instando a judíos y a paganos a convertirse a Dios y a creer en nuestro Señor Jesús.

Y ahora, como encadenado por el Espíritu, voy a Jerusalén sin saber lo que me sucederá allí. Sólo sé que, de ciudad en ciudad, el Espíritu Santo me va advirtiendo cuántas cadenas y tribulaciones me esperan.

Pero poco me importa la vida, mientras pueda cumplir mi carrera y la misión que recibí del Señor Jesús: la de dar testimonio de la Buena Noticia de la gracia de Dios.

 

Y ahora sé que ustedes, entre quienes pasé predicando el Reino, no volverán a verme.

Por eso hoy declaro delante de todos que no tengo nada que reprocharme respecto de ustedes. Porque no hemos omitido nada para anunciarles plenamente los designios de Dios. Velen por ustedes, y por todo el rebaño sobre el cual el Espíritu Santo los ha constituido guardianes para apacentar a la Iglesia de Dios, que él adquirió al precio de su propia sangre.

Yo sé que después de mi partida se introducirán entre ustedes lobos rapaces que no perdonarán al rebaño. Y aun de entre ustedes mismos, surgirán hombres que tratarán de arrastrar a los discípulos con doctrinas perniciosas.  Velen, entonces, y recuerden que, durante tres años, de noche y de día, no he cesado de aconsejar con lágrimas a cada uno de ustedes.

Ahora los encomiendo al Señor y a la Palabra de su gracia, que tiene poder para construir el edificio y darles la parte de la herencia que les corresponde, con todos los que han sido santificados.  En cuanto a mí, no he deseado ni plata ni oro ni los bienes de nadie.

Ustedes saben que con mis propias manos he atendido a mis necesidades y a las de mis compañeros. De todas las maneras posibles, les he mostrado que así, trabajando duramente, se debe ayudar a los débiles, y que es preciso recordar las palabras del Señor Jesús: «La felicidad está más en dar que en recibir».

Después de decirles esto, se arrodilló y oró junto a ellos. Todos se pusieron a llorar, abrazaron a Pablo y lo besaron afectuosamente, apenados sobre todo porque les había dicho que ya no volverían a verlo. Después lo acompañaron hasta el barco…”

¿Como resumir tan bello relato? Aquí algunas palabras:  Humildad, fidelidad, paciencia, perseverancia, claridad, honestidad, santidad, amor filial, desapego a las cosas materiales, amistad, rectitud de intención, etc. Solo este texto sirve para un fin de semana de retiro, ya que hay tantos símbolos por descubrir y desarrollar, pero solo me quedo con dos:

  1. “…La felicidad está más en dar que en recibir…”
  2. “…Después lo acompañaron hasta el barco…”

El primero es una realidad, solo si se vive y en esto no hay medias tintas. Dar amor al otro llevándole la Palabra de Dios, es más importante que un trozo de pan, ya que, en la pandemia del 2020, pudimos ver que muchas personas con suficientes recursos económicos sufrieron desesperación, depresión, etc. y algunos hasta cometieron suicidio. Cabe aquí la pregunta: ¿No es acaso que nos venden, que tener dinero es garantía de felicidad? ¿Qué les faltó? Muy probablemente a Dios en su corazón.

Y, por último, la presencia de un “barco” el cual serviría para transportarlo, pero esto va mucho más allá. ¿Se acuerdan cuando Jesús y los apóstoles estaban en el barco con Jesús y hubo una tormenta? ¿No desesperaban aun cuando estaba Jesús con ellos?

San Pablo subiría al barco que lo llevaría a aguas oscuras, profundas, temibles, que naufragó y que casi acabó con su vida y la de otros, pero la Providencia Divina lo impidió.

Estaremos nosotros todos en el barco de Pedro y de Pablo, todos en las aguas turbulentas del mundo, del comunismo, progresismo, idealismo, gnosticismo, ateísmo, cientificismo, igualitarismo, del falso ecumenismo, de los católicos mediocres, del nihilismo, pero no estaremos sin la protección de Jesús. No se olviden de eso.

Dejamos aquí este encuentro con esta pregunta: ¿Porqué de este tema? Es que la iglesia nos manda a ser discípulos y misioneros.

San Pablo, ruega por nosotros.

Alabado sea Jesucristo.

 

Cita

Punto Focal

Hechos 19,13-20

Alerta a los falsos discípulos

Hechos 20,18-38

La despedida y el mensaje final.

 

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