SI QUIERES SER FIEL, SÉ MUY MARIANO

Cuando iniciamos el camino de Fe, nos vamos dando cuenta con el pasar de los días, y en la medida en que abrimos nuestro corazón a Dios, que el cambio, la trasformación que se ha iniciado en nosotros, es un don hermosísimo, una gracia que va dando frutos en el tiempo; vamos viendo  cambios que humanamente jamás pensamos pudieran darse en nuestras vidas, pero que sin duda responden a una acción de Dios movido por el gran amor que nos tiene. Un día le daba gracias a Dios al ver esos cambios que ya habían comenzado a darse en mí y movida un poco por la curiosidad,- porque siempre escuchaba a las personas decir: “Yo he cambiado… mi vida es otra… gracias a las oraciones de tal o x persona…”, y yo quería saber, al igual que ellos, por las oraciones de quién, yo estaba experimentando eso tan grande en lo profundo de mi corazón, y así se lo pregunté a Dios: “¿Por las oraciones de quién, yo estoy aqui?”, hubo un momento de silencio, pero al cabo de unos segundos escuché la voz de Dios (Porque Dios habla al corazón y quiere que tú le escuches) que me decía: “¡Han sido sus ruegos!”, seguidamente muy claramente escuché su nombre: “¡María!”, y tambièn Él me hacía sentir que Ella, María Santísima, recogía todas las oraciones que mi abuela hacía por nosotros a través del rezo del Santo Rosario, todas esas súplicas Ella las recogía y las llevaba a su Hijo Jesús.  Mientras escuchaba la voz de Dios también Él traía a mi mente recuerdos de momentos en los cuales experimentaba la presencia de mi Madre del cielo desde que era una niña; su compañía, su protección, su amor.

La Vìrgen María, siempre ha estado, está y estará con nosotros sus hijos, porque su mayor deseo  es llevarnos al encuentro de su Hijo Jesús y, sin duda, “María es el camino más fácil, más corto, más perfecto y más seguro para llegar a Jesús.” (San Luis María Grignion de Montfort)

Llama mi atención que personas que han sido instrumentos de Dios en mi vida, en mi camino de conversión, que me han edificado a través de su testimonio, son personas con una gran devoción a la Santísima Vìrgen María, y fruto de ese contacto con ellas ha sido experimentar un gozo, una alegrìa, un crecer en el fervor. Mientras más unidos están a la Madre, tanto más unidos a Jesús estarán, y eso se nota y se siente.

Y es que la meta final de la devoción a la Vìrgen María tiene que ser Jesucristo, si la devoción  a Ella no te une más a Jesús es una devoción deformada. La verdadera devoción a María te permite experimentar como Ella se encarga de tomar tu mano y llevarte a Jesús.

Los santos amaban a la Vírgen; hay que amar a la Vírgen, “Nunca tengas miedo de amar demasiado a la Vírgen. Jamás podrás amarla más que Jesús.” (San Maximiliano María Kolbe). San Luis María Grignion de Montfort lo decía también de otra manera: “¡Nunca se honra tanto a Jesucristo como cuando se honra a la Santísima Vírgen, efectivamente, si se le honra es para honrar más perfectamente a Jesucristo.”, y San Ignacio de Loyola: “Por mucho que ames a María Santísima. Ella te amará siempre mucho más de lo que la amas tú.”

Ayuda mucho consagrarse al Inmaculado Corazón de María, “El Corazón que más se asemeja al de Cristo.” (Papa BenedictoXVI).  A través de la consagración mariana los santos buscaban entregar todo lo que tenían a la Santa Madre y esa práctica externa expresaba el deseo interior de seguir la voluntad de Dios y unir sus corazones con el suyo. San Efrén de Siria dedicó muchos de sus escritos a defender la función de María en la obra de la Salvación, fue quien escribió sobre “pertenecer a María”; San Ildefonso de Toledo, fué uno de los primeros en escribir sobre ser un “esclavo” o un “siervo de María”. Un esclavo de la Vírgen fue San Maximiliano María Kolbe, quien instó a muchos a consagrarse a María, como lo hizo San Juan Pablo II, de quien se sabe tenía una gran devoción a la Madre, aquel que dijo “Totus Tuss”, “Todo tuyo”, es decir, “Pertenezco por entero a tì, Oh Marìa”.

Con la Vìrgen María no sucede lo que puede suceder con las demás creaturas; que si nos apegamos a ellas, podrían separarnos de Dios en lugar de acercarnos a Él. El que se acerca a Ella, el que busca unirse a Ella, se sentirá más estrechamente unido a Jesús. Según el testimonio de los santos podemos llamarnos y hacernos esclavos de amor de la Santísima Vírgen María a fin de serlo más perfectamente de Jesucristo, porque la inclinación más fuerte de María es la de unirnos a Jesús, y la más viva inclinación del Hijo es que vayamos a Él  por medio de su Santísima Madre. Cuando nosotros decimos María, Ella dice Jesús; toda Ella nos lleva a Jesús.

El llamado a la santidad no es un camino fácil, es un camino angosto, de entrega, de morir a todo aquello que apaga la presencia de Dios en nuestros corazones, un camino de perseverancia, de renuncia; pero ánimo, “Antes, sólo, no podías…ahora, has acudido a la Señora, y, con ella, ¡Qué fácil!.”(San Josemaría Escrivá de Balaguer), además, el que ama, confía, y “quien confía en María no se sentirá nunca defraudado.”(San Juan Bosco).

Imita a los santos en esa búsqueda de amar a María con aquella sencillez de un hijo que se sabe protegido y acompañado por su Madre, pídele a Ella que te haga experimentar su amor maternal. Sé uno de sus más fieles devotos, como el Padre Pío, quien tuvo una especial devoción a la Vírgen María. Un día una de sus hijas espirituales le preguntó: “Padre, ¿La Vírgen viene uno que otro día a su celda?”, a lo que respondió el Padre Pío: “Mejor pregunta, si algún día no viene.”. Su amor a Ella se expresaba en particular por el rezo del Santo Rosario; todos los dones y prodigios para las almas los obtenía a través del rezo del Santo Rosario. Otro día, sus hijos espirituales le pidieron les dejara su herencia. Padre Pìo respondió inmediatamente sin pensar siquiera: “El Rosario”. Tomemos el ejemplo del Padre Pío y hagamos un propósito de rezar diariamente el Santo Rosario, y si ya lo haces, comienza a rezarlo más veces al día y con más fervor y recogimiento.

Recordemos una vez más que nuestra verdadera vocación es la Santidad, todos estamos llamados, sin excepción, a ser santos y los santos se hicieron santos por el ejercicio heróico de las virtudes y eso se logra por la gracia de Dios. San Luis María Grignion de Montfort decía que “para encontrar la gracia hay que encontrar a María.”, porque sólo Ella ha encontrado gracia delante de Dios (Lc.1,30) tanto para sí como para todos; Ella es la llena de gracia, Dios Padre –fuente de todo don perfecto y de toda gracia- al darle su propio Hijo, entregó a María todas las gracias. Este mismo santo puso este ejemplo: “así como un niño saca todo su alimento de la Madre que se lo da proporcionado a su debilidad, del mismo modo, los creyentes sacan todo su alimento y fuerza espirituales de María.”.

Ella facilita nuestra unión con Dios, porque toda Ella esta orientada hacia Dios. Su deseo es encaminar a cada uno de sus hijos hacia Dios, y cuanto más intimamente los une a Él cuanto más se acercan a ella.

Pidamos a los santos, aquellos que amaron a María Santísima, que intercedan por nosotros para que a semejanza de ellos podamos obtener la gracia de poder llegar a Dios, unirnos a Él, poder alcanzar la santidad recurriendo a la misma persona escogida por Él para venir hasta nosotros, para hacerse hombre y comunicarnos sus gracias, La Santísima Vírgen María. No lo olvides, “si quieres ser fiel a Dios, sé muy mariano.” (San Josemaría Escrivá de Balaguer)

“Claro que Dios podría hacer un mundo más bello que éste; pero no sería tan bello si en él faltase María.”

(San Juan María Vianney)

 

 

Oración de Consagración a la Santísima Vírgen María:

“Reina mía, Madre mía, me doy enteramente a Tí, y para demostrar mi devoción a Tí, yo te consagro en este día mis ojos, mis oídos, mi corazón, todo mi ser sin reserva. Buena Madre, ya que soy todo tuyo, protégeme y guárdame como tu propiedad y posesión. Amén”

Laura Pastrán

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