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Parroquia "San José de Chacao"
Página Web Oficial del Complejo Parroquial "San José de Chacao" – Arquidiócesis de Caracas
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«Abrán se marchó tal y como le había mandado el Señor» (Gn 12,4). La suya sería, desde entonces, una vida guiada por sucesivas llamadas de Dios: a ir de un sitio a otro, a alejarse de hombres malvados, a creer en la posibilidad de tener un hijo, a tenerlo verdaderamente, y… a estar dispuesto a sacrificarlo. Abrahán no dejó de necesitar su libertad en ningún momento para seguir diciendo que sí al Señor. Así, la vida de quienes siguen a Dios se caracteriza no solo por la cercanía y la comunión con Dios, sino también por una real, plena y continuada libertad.
Responder afirmativamente a la llamada de Dios no solo da a nuestra libertad un nuevo horizonte, un sentido pleno —«algo grande y que fuera amor»[i], decía san Josemaría—, sino que nos exige ponerla en juego continuamente. La entrega a Dios no es como subirse a una especie de «cinta transportadora», orientada y dirigida por otros, que nos fuera a llevar —sin quererlo nosotros— hasta el final de nuestros días; o como una vía ferroviaria, perfectamente trazada, que se puede consultar por adelantado y que no reserva ninguna sorpresa al viajero.
En efecto, a lo largo de nuestra vida nos encontraremos con que la fidelidad a la primera llamada exige de nosotros nuevas decisiones, a veces costosas. Y entenderemos que Dios nos empuja a crecer cada día más en nuestra propia libertad. Porque, para volar alto —como es propio de cualquier camino de amor—, hace falta tener las alas limpias de barro y una gran capacidad de disponer de la propia vida, tantas veces esclavizada por pequeñeces. En pocas palabras, a la grandeza de la vocación debe corresponder una libertad igualmente grande, dilatada por la correspondencia a la gracia y por el crecimiento de las virtudes, que nos hacen ser más verdaderamente nosotros mismos […].
Ahora, como entonces, responder a la llamada de Dios supone, en cierto modo, abrirse camino al golpe de las propias pisadas. Dios no nos da a conocer nunca un plan perfectamente escrito. No lo hizo con Abrahán, ni con Moisés. No lo hizo con los apóstoles. Al subir a los cielos les dijo solamente: «Id al mundo entero y predicad el Evangelio a toda criatura» (Mc 16,15). ¿Cómo? ¿Por dónde? ¿Con qué medios? Todo eso se iría precisando poco a poco… Como en nuestro caso: el camino se irá concretando a lo largo de la vida, y se construirá gracias a esa alianza maravillosa entre la gracia de Dios y nuestra propia libertad. Durante toda la vida, la vocación es «la historia de un inefable diálogo entre Dios y el hombre, entre el amor de Dios que llama y la libertad del hombre que responde a Dios en el amor»[ii]. Nuestra historia se irá haciendo con un oído atento a las inspiraciones divinas y con creatividad para llevarlas a cabo del mejor modo en que podamos.
La Virgen María, ejemplo para todos nosotros por su «sí» en Nazaret, lo es también por su permanente escucha y obediencia a la Voluntad de Dios a lo largo de toda su vida, que estuvo marcada, como la nuestra, por el claroscuro de la fe. «María guardaba todas estas cosas ponderándolas en su corazón» (Lc 1,19). Junto a su Hijo, nuestra Madre fue descubriendo a cada paso lo que Dios quería de Ella. Por eso la llamamos también Perfecta Discípula de Cristo. A Ella nos encomendamos, para que sea la Estrella que guíe siempre nuestros pasos.
Meditación tomada del libro de Borja de León (ed), titulado: Algo grande y que sea amor. La vocación cristiana: encuentro, respuesta, fidelidad. Fundación Studium, 2020. Borja de León, es un Sacerdote, doctor en Filosofía, que desarrolla su labor pastoral con familias y es capellán de un colegio de Madrid.
[i] “A. Vázquez de Prada, El Fundador del Opus Dei, vol. I, Rialp, Madrid 1997, p. 97.
[ii] Cfr. San Josemaría, Surco, n. 290; Amigos de Dios, n. 206; «Amar al mundo apasionadamente», en Conversaciones, nn. 113 ss.