Domingo de Ramos

¿Triunfo o humildad?

El Domingo de Ramos marca el inicio de la Semana Santa para los cristianos, un tiempo de profunda reflexión sobre los últimos días de Jesucristo antes de su crucifixión y resurrección. Este día tiene una doble significación, marcada por la procesión triunfal de Jesús en Jerusalén y la lectura de la Pasión durante la eucaristía.

La entrada de Jesús en Jerusalén montado en un humilde pollino, aclamado por la multitud que extendía sus mantos y ramas de palma, simboliza su reconocimiento como el Mesías y Rey. Sin embargo, esta bienvenida festiva contrasta fuertemente con el sufrimiento y la crucifixión que le esperaban. Esta dualidad nos invita a reflexionar sobre la naturaleza del liderazgo y el poder, y cómo Jesús eligió un camino de humildad y servicio en lugar de la dominación terrenal.

La lectura de la Pasión durante la misa nos sumerge en el relato del sufrimiento de Jesús, su traición, negación, juicio y crucifixión. Este momento nos llama a contemplar el sacrificio supremo de Jesús por la humanidad, su amor incondicional y su obediencia a la voluntad del Padre. Nos invita a reflexionar sobre nuestro propio sufrimiento, nuestras propias traiciones y negaciones, y a buscar la fortaleza y el perdón en el ejemplo de Cristo.

El Domingo de Ramos no es solo un recuerdo histórico, sino también una invitación a prepararnos espiritualmente para la Pascua. Así como la multitud de Jerusalén recibió a Jesús, nosotros también estamos llamados a abrir nuestros corazones y vidas a su presencia. Las palmas bendecidas que llevamos a nuestras casas son un símbolo de nuestra fe y nuestra disposición a seguir a Jesús en su camino, incluso hasta la cruz.

En este Domingo de Ramos, los cristianos estamos llamados a

* Reconocer a Jesús como nuestro Rey y Señor.

* Reflexionar sobre su humildad y sacrificio.

* Acompañarlo en su Pasión a través de la oración y la penitencia.

* Preparar nuestros corazones para la alegría de su Resurrección.

Que esta celebración sea para todos nosotros un tiempo de profunda reflexión significativa de la Semana Santa.

Dios es bueno.