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Parroquia "San José de Chacao"
Página Web Oficial del Complejo Parroquial "San José de Chacao" – Arquidiócesis de Caracas
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«Una piedra sellaba su sepulcro, muchos guardias lo custodiaban. Pero él triunfa glorioso y de la muerte se levanta, y nos precede en Galilea». En esta sencilla pero profunda descripción se encierra el corazón de nuestra fe.
Imaginemos por un momento esa escena. La pesadez de la piedra, símbolo de la muerte y de la desesperanza, cerrando el cuerpo de Jesús. La presencia de los guardias, representando el poder terrenal, la autoridad que buscaba silenciar para siempre la voz que había desafiado sus cimientos. Todo parecía concluido, sellado, bajo control. La oscuridad del Viernes Santo se había extendido sobre el sábado, un silencio cargado de dolor y de incertidumbre.
Pero la historia no termina ahí. La fuerza del amor de Dios, más poderosa que cualquier piedra o ejército, irrumpe en la madrugada del domingo. El sepulcro, que se creía inviolable, aparece vacío. La piedra, que representaba el final, ha sido removida, abriendo un nuevo horizonte de esperanza. Los guardias, puestos para impedir cualquier intento de fraude, se convierten en testigos involuntarios de lo imposible, de la victoria de la vida sobre la muerte.
«Pero él triunfa glorioso y de la muerte se levanta». ¡Qué explosión de vida en estas palabras! No se trata de un simple despertar, sino de un triunfo, de una victoria definitiva sobre el pecado y la muerte. Jesús no vuelve a la vida terrenal como Lázaro, sino que resucita a una vida gloriosa, transformada, inaugurando una nueva creación. Su resurrección es la prueba palpable de que el amor de Dios es más fuerte que cualquier obstáculo, que la esperanza tiene la última palabra.
Y la promesa se cumple: «y nos precede en Galilea». Galilea, la tierra de los comienzos, el lugar donde Jesús llamó a sus primeros discípulos, donde realizó sus primeros milagros, donde predicó el Reino de Dios. Este encuentro en Galilea no es solo un reencuentro geográfico, sino un llamado a volver a lo esencial, a recordar el mensaje de amor, de servicio, de perdón que Jesús nos enseñó desde el principio. Nos precede para mostrarnos el camino, para animarnos a seguir sus huellas en nuestra vida cotidiana.
La Resurrección de Cristo no es un acontecimiento lejano en el tiempo, sino una realidad viva que transforma nuestro presente. Nos invita a remover las piedras que sellan nuestros propios sepulcros: el miedo, la duda, la desesperanza, el pecado. Nos anima a levantarnos, a dejar atrás la oscuridad y a caminar hacia la luz de la vida nueva que él nos ofrece.
En este día de alegría, preguntémonos: ¿Qué piedras están sellando mi corazón? ¿Qué guardias custodian mis miedos e inseguridades? La Resurrección nos dice que ninguna de estas barreras tiene el poder de detener el amor de Dios en nuestras vidas. Él ya ha triunfado, y esa victoria es también nuestra.
Como los discípulos que corrieron al sepulcro y luego fueron a Galilea, estamos llamados a ser testigos de esta Buena Nueva. Una Buena Nueva que no se queda encerrada en los templos, sino que se irradia a nuestras familias, a nuestros trabajos, a nuestros encuentros con los demás. Una Buena Nueva que se traduce en gestos de amor, de perdón, de esperanza, de justicia.
Que la alegría de la Resurrección inunde nuestros corazones y nos impulse a ser verdaderos discípulos de Jesús Resucitado, anunciando con nuestra vida que la muerte ha sido vencida y que el amor siempre triunfa.
Dios es bueno.