DOMINGO XXXIII DEL TIEMPO ORDINARIO, Ciclo B

El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.

Diacono Freddy Obregón

Este pasaje de Marcos nos presenta un escenario cósmico de gran impacto: el fin de los tiempos. Jesús describe eventos catastróficos que sacudirán los cimientos del mundo tal como lo conocemos. Sin embargo, en medio de esta descripción apocalíptica, resalta una verdad fundamental: las palabras de Jesús perdurarán.

¿Qué significa esto para nosotros hoy?

* La impermanencia del mundo: Todo lo creado está sujeto al cambio y a la destrucción. Los bienes materiales, las relaciones humanas, incluso los sistemas sociales y políticos, son transitorios.

* La eternidad de la Palabra de Dios: En medio de esta inestabilidad, las palabras de Jesús ofrecen un ancla sólida. Son una luz en la oscuridad, una esperanza en medio de la desesperanza.

* La importancia de la conversión: El llamado a estar siempre preparados implica una vida de conversión constante. Debemos estar atentos a la voz del Espíritu Santo y dispuestos a cambiar nuestras vidas para conformarnos más a Cristo.

* La comunidad de los creyentes: La imagen de la higuera que brota nos habla de la esperanza que nace en la comunidad de los creyentes. Unidos en la fe, podemos enfrentar cualquier desafío.

* La vigilancia y la oración: Jesús nos exhorta a estar vigilantes y a orar constantemente. La oración es nuestro diálogo con Dios, un espacio donde encontramos fuerza y consuelo. Aún en medio de todo esta tormenta que se vive en el mundo, los cristianos somos transmisores de la paz y de la esperanza. Por tal motivo la oración debe ser nuestra fundamental arma para combatir.

* ¿Cómo vivo mi fe en un mundo cada vez más incierto?

* ¿Qué cambios necesito hacer en mi vida para estar más cerca de Dios?

* ¿Cómo puedo compartir mi fe con los demás?

* ¿Qué significa para mí la esperanza en la venida del Reino de Dios?

Este evangelio  nos invita a vivir una vida centrada en Dios. En un mundo marcado por la incertidumbre, las palabras de Jesús nos ofrecen una esperanza sólida y un camino a seguir. Al igual que los discípulos, estamos llamados a ser vigilantes y a estar preparados para la venida del Señor.

Dios es bueno.

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