Diácono Freddy Obregón
La ternura del rostro de Dios se manifiesta de manera palpable en el Niño Jesús. Su pequeñez, su fragilidad y su inocencia nos invitan a contemplar la dimensión más humana de Dios. Al mismo tiempo, su nacimiento nos recuerda que Dios se hace cercano, que comparte nuestra condición y que nos ama profundamente.
El Niño Jesús nos enseña el valor de la humildad y del servicio. Al nacer en un establo, entre animales y rodeado de personas sencillas, Jesús nos muestra que la grandeza no está en el poder ni en los bienes materiales, sino en el amor y en la entrega a los demás.
La Navidad es un tiempo de esperanza y renovación. La llegada del Niño Jesús nos invita a redescubrir la alegría de vivir y a fortalecer nuestros vínculos con los demás. Es un momento para compartir en familia, para ayudar a los más necesitados y para abrir nuestros corazones a la gracia de Dios.
¡Feliz Navidad!
Dios es bueno.
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