¡Exulten los coros de los angeles!

La liturgia de hoy es la Madre de todas las liturgias y celebraciones, hoy la iglesia desborda en alegría por su redentor que ¡ha Resucitado!

La víctima pascual, el cordero inmolado a quien ofrecemos un sacrificio lleno de alabanza, este cordero que nos ha redimido de todos nuestros pecados, es el hombre inocente que nos reconcilia con Dios Padre. La muerte y la vida se han enfrentado en una lucha sin precedentes, Cristo, que estaba muerto, es el autor de la vida y ha triunfado sobre las tinieblas de la muerte por su resurrección. Así lo ha anunciado María, quien ha ido al sepulcro y vio la tumba del Señor vacía, encontró sólo las vendas, el sudario y a un Ángel del Señor, para luego ver al mismo Cristo, quien le dice «anda y diles a mis hermanos que vayan a Galilea».

¿Cómo no correr a anunciar tan extraordinaria noticia? ¿Cómo no salir veloz y alegremente a gritarle a todos que Cristo, nuestra esperanza, ha resucitado y nos espera en Galilea? 

El Señor ha reducido a nada a la muerte, las tinieblas han desaparecido en medio de la aurora que tiñe el cielo de un púrpura jamás visto, los llantos de temor se han disipado con el resonar de las alabanzas, el cielo triunfante se ha alegrado y el infierno en medio de un temor brama. Cristo nos ha librado de la cárcel tenebrosa de la muerte y nos conduce por el camino de la vida. ¡Qué no haya más luto, qué se acabe el llanto, qué se alejen las penas y los pesares, Cristo ha Resucitado! y está en medio de nosotros como nuestro Rey y Salvador.

¡Alégrense y canten de alegría los coros celestes porque el Señor está Vivo! 

¡JESUCRISTO HA RESUCITADO!

Diácono Freddy Obregón

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