Jesús sale a nuestro encuentro

MEDITACIONES

Te recomiendo vivamente estas meditaciones que de seguro serán de gran provecho para tu vida espiritual. En las mismas encontrarás relatos de una historia que hoy sigue abierta: tú historia. Sí, tu le importas mucho a Dios, Él quiere tu felicidad, y tiene un plan maravilloso para tí: la santidad.

P. Reinaldo Gámez

 

ALGO GRANDE Y QUE SEA AMOR

La vocación cristiana Encuentro, respuesta, fidelidad

 

I. «Maestro, ¿dónde vives?» (Parte I)

Jesús sale a nuestro encuentro

«Al día siguiente estaban allí de nuevo Juan y dos de sus discípulos y, fijándose en Jesús que pasaba, dijo: —Este es el Cordero de Dios. Los dos discípulos, al oírle hablar así, siguieron a Jesús. Se volvió Jesús y, viendo que le seguían, les preguntó: —¿Qué buscáis? Ellos le dijeron: —Rabbí — que significa: “Maestro”—, ¿dónde vives? Les respondió: —Venid y veréis. Fueron y vieron dónde vivía, y se quedaron con él aquel día. Era más o menos la hora décima» (Jn 1,35-39). Los protagonistas de esta escena del Evangelio debieron transmitir su recuerdo con gran emoción. Se trataba del momento más importante de sus vidas: el día en que se encontraron, por primera vez, con Jesús de Nazaret.

En realidad, encontrarse con Cristo es la experiencia decisiva para cualquier cristiano. Benedicto XVI lo señaló con fuerza al inicio de su pontificado: «No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un “acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva»[i]. Es muy revelador el hecho de que el Papa Francisco haya querido recordárnoslo también desde el comienzo: «Invito a cada cristiano, en cualquier lugar y situación en que se encuentre, a renovar ahora mismo su encuentro personal con Jesucristo o, al menos, a tomar la decisión de dejarse encontrar por Él, de intentarlo cada día sin descanso»[ii]. En estas páginas queremos seguir esa invitación, siguiendo las huellas del apóstol más joven: san Juan.

¿Quién es Jesucristo para mí? ¿Quién soy yo para Jesús?

El cuarto Evangelio resume con una hermosa frase la identidad del joven Juan: él era «el discípulo al que Jesús amaba». Con eso, en realidad, estaba todo dicho: Juan era alguien a quien Jesús amaba. A la vuelta de los años, esa convicción no se apagaría, sino que se haría aún más fuerte: «En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó» (1 Jn 4,10). Sin duda, esa seguridad en el Amor que el Señor le tenía es lo que le hizo capaz de conservar, hasta el final de sus días, una alegría profunda y contagiosa. La misma que se respira en su Evangelio. Todo empezó aquel día, a orillas del Jordán.

Y nosotros, ¿hemos experimentado un encuentro tan familiar como el del joven apóstol? Incluso si somos cristianos desde hace ya muchos años y llevamos toda la vida rezando, es bueno que nos detengamos un momento a pensar: «Para mí, ¿quién es Jesucristo? ¿Qué supone Jesucristo en mi vida real, hoy y ahora?»[iii]. Con esta consideración podemos calibrar cómo es nuestra fe. «Pero antes de esta pregunta, hay otra en cierto sentido más importante, inseparable y previa (…): ¿Quién soy yo para Jesucristo?»[iv].

Ante estas preguntas, no es extraño que nos quedemos un poco perplejos: ¿Quién soy yo para Jesucristo? ¿Quién soy? ¿Una criaturilla? ¿Un producto de la evolución? ¿Un humano más… que tiene que cumplir sus mandamientos? ¿Cómo me ve Jesús? Resulta iluminante, en estas situaciones, mirar a los santos. En una ocasión en que le preguntaron algo parecido, san Juan Pablo II, contestó: «Mira, tú eres un pensamiento de Dios, tú eres un latido del corazón de Dios. Afirmar esto es como decir que tú tienes un valor, en cierto sentido, infinito, que cuentas para Dios en tu irrepetible individualidad»[v]. Lo que él mismo había descubierto —lo que han descubierto todos los santos— es lo mucho que le importamos a Dios. No somos una criaturilla, un siervo que está sin más en el mundo para hacer lo que Él quiera. Somos amigos de verdad. Todo lo nuestro le importa, y por eso se preocupa de nosotros y nos acompaña a lo largo de toda nuestra vida, aunque muchas veces no lo notemos.

Todo esto no es una exageración. Jesús mismo dijo a sus apóstoles: «Nadie tiene amor más grande que el de dar uno la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos… A vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que oí de mi Padre os lo he hecho conocer» (Jn 15,13-15). Son palabras actuales: Jesucristo «vive y os lo dice a vosotros ahora. Escuchad esta voz con gran disponibilidad; tiene algo que deciros a cada uno»[vi]. ¿Quién soy entonces yo para Jesucristo? Soy su amigo, al que quiere con el amor más grande; soy un latido de su corazón. Así soy yo para Él, y eso lo cambia todo: «Si alcanzas a valorar con el corazón la belleza de este anuncio y te dejas encontrar por el Señor; si te dejas amar y salvar por Él; si entras en amistad con Él y empiezas a conversar con Cristo vivo sobre las cosas concretas de tu vida, esa será la gran experiencia, esa será la experiencia fundamental que sostendrá tu vida cristiana. Esa es también la experiencia que podrás comunicar a otros jóvenes»[vii].

[i] Benedicto XVI, Enc. Deus Caritas est (25-XII-2005), n. 1

[ii] Francisco, Ex. ap. Evangelii gaudium (24-XI-2013), n. 3.

[iii] F. Ocáriz, notas de una reunión familiar, en Obras, IV-2017, p. 50 (AGP, Biblioteca, P03)”.

[iv] Ibidem.

[v] San Juan Pablo II, Discurso a los jóvenes de Kazajstán, 23-IX-2001.

[vi] Benedicto XVI, Audiencia, 2-VIII-2006.

[vii] Francisco, Ex. ap. Christus Vivit (25-III-2019), n. 129.

Meditación tomada del libro de Borja de León (ed), titulado: Algo grande y que sea amor. La vocación cristiana: encuentro, respuesta, fidelidad. Fundación Studium, 2020. Borja de León, es un Sacerdote, doctor en Filosofía, que desarrolla su labor pastoral con familias y es capellán de un colegio de Madrid.

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