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Parroquia "San José de Chacao"
Página Web Oficial del Complejo Parroquial "San José de Chacao" – Arquidiócesis de Caracas
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Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor.
Oh, Espíritu Santísimo y digno de adoración,
hazme entender tu dulce y amable voz.
Quiero estar ante ti como una pluma ligera,
para que tu aliento me lleve a donde quiera
y yo no le oponga jamás la más mínima resistencia.
Que el Espíritu Santo nos haga comprender y gustar la Palabra de Dios. Hoy leemos el relato de la Anunciación. El ángel Gabriel, enviado por Dios, va a proponerle a María convertirse en la madre de un niño al que deberá llamar Jesús. Su nombre significa «Dios salva». A la pregunta de María, «¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?», el ángel le responde: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra».
Al sexto mes envió Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María.
Y, entrando, le dijo: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”. Ella se turbó por estas palabras y se preguntaba qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo: “No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo a quien pondrás por nombre Jesús. Él será grande, se le llamará Hijo del Altísimo y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin”.
María respondió al ángel: “¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?”. El ángel le respondió: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y se le llamará Hijo de Dios. Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez y este es ya el sexto mes de la que se decía que era estéril, porque no hay nada imposible para Dios”.
Dijo María: “He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra”. Y el ángel, dejándola, se fue.
Dios no abandona a la humanidad, viene en su ayuda para restablecer el vínculo que se había roto con el pecado. Después de haberse unido a un pueblo y de haberlo preparado para poner su fe en él, ahora se dirige a una jovencita de su pueblo. Le pregunta si quiere convertirse en la madre de aquel que será el Salvador. Gracias al Espíritu Santo que vendrá sobre ella, su hijo será santo y será llamado Hijo de Dios. María dice humildemente sí: «He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra».
Habla, Señor, que tu siervo escucha. Explícame los secretos de la vida.
D: El ángel del Señor anunció a María.
R: Y concibió por obra y gracia del Espíritu Santo.
Dios te salve, María,
llena eres de gracia;
el Señor es contigo.
Bendita tú eres entre todas las mujeres,
y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros, pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amén.
D: He aquí la esclava del Señor.
R: Hágase en mí según tu palabra.
Dios te salve, María…
D: Y el Verbo se hizo carne.
R: Y habitó entre nosotros.
Dios te salve, María…
D: Ruega por nosotros, Santa de Dios,
R: para que seamos dignos de las promesas de Cristo.
Oremos: Te pedimos, Señor, que infundas tu gracia en nuestras almas, para que, los que hemos conocido, por el mensaje del Ángel, la encarnación de tu Hijo Jesucristo, lleguemos por los méritos de su cruz y pasión, a la gloria de la Resurrección. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
Ven, Espíritu divino, manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre; don, en tus dones espléndido;
luz que penetra las almas; fuente del mayor consuelo.
Ven, dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos.
Entra hasta el fondo del alma, divina luz, y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre, si tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado, cuando no envías tu aliento.
Riega la tierra en sequía, sana el corazón enfermo,
lava las manchas, infunde calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito; guía al que tuerce el sendero.
Reparte tus siete dones, según la fe de tus siervos;
por tu bondad y tu gracia, dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse y danos tu gozo eterno. Amén.
(Papa Inocencio III, 1161-1216).
Respira en mí, Santo Espíritu,
para que pueda pensar lo que es santo.
Actúa en mí, Santo Espíritu,
para que haga lo que es santo.
Llévame, Santo Espíritu, a amar lo santo.
Fortaléceme, Santo Espíritu,
para que custodie lo santo.
Guárdame, Santo Espíritu,
para que nunca pierda lo santo. Amén.
(San Agustín)
(Intenciones libres)
Padrenuestro, Avemaría y Gloria
Amén. Amén. Amén.
Gracias. Feliz tarde.