DOMINGO XIII DEL TIEMPO ORDINARIO

Llamados a servir

Les dice Jesús a sus discípulos:

«El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí.

El que no toma su cruz y me sigue detrás no es digno de mí.

El que encuentre su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la encontrará.

«Quien a vosotros recibe, a mí me recibe, y quien me recibe a mí, recibe a Aquel que me ha enviado.

«Quien reciba a un profeta por ser profeta, recompensa de profeta recibirá, y quien reciba a un justo por ser justo, recompensa de justo recibirá.

«Y todo aquel que dé de beber tan sólo un vaso de agua fresca a uno de estos pequeños, por ser discípulo, os aseguro que no perderá su recompensa.»

Mateo 10,37-42

Escuchamos la palabra de Jesús a sus apóstoles y a primera vista nos podemos alarmar de la radicalidad con que nos habla. Una radicalidad que de entrada puede asustar, ya que exige de los apóstoles una conducta muy específica: Seguirle y serle fiel.

Jesús como buen maestro, esta preparando a sus apóstoles para una tarea a la cual nosotros estamos también llamados. Nos prepara al SERVICIO, a llevar el Evangelio que se nos ha enseñado y con la promesa que la empresa emprendida no quedará sin recompensa y que ésta será a la medida de nuestro compromiso.

Como nos habla a nosotros también, Jesús nos indica que, para alcanzar la dicha en el servicio encomendado, debemos actuar como verdaderos discípulos e imitarlo en su actuar. Esta conversación nos recuerda aquel pasaje donde dice Jesús que «el que empuña el arado no puede voltear atrás…» En nuestro lenguaje y forma de pensar, significa que debemos ser radicales en nuestro actuar frente a lo que creemos. Si decidimos servirle, esa tarea deberá estar encima de todo y no condicionada a elementos no prioritarios o “del mundo”.

Puede asustar a los laicos esta radicalidad, pero si vemos bien, es un llamado que todos tenemos, y a nuestro alcance de distintos modos, cada quien según los carismas y/o áreas de interés.

Volviendo al mensaje de Jesús, podemos ver las figuras de las Virtudes Teologales (Fe, Esperanza y Caridad) en el Evangelio leído. Tener Fe implica que, aunque no conozcamos todos los detalles y el resultado del esfuerzo, la radicalidad en la Fe nos impulsa a seguir la labor encomendada y con la certeza que –si somos dóciles al Espíritu Santo– sabremos actuar correctamente frente a las situaciones que se presenten.

Ya en el camino del servicio, si albergamos la Esperanza en que Jesús cumplirá lo prometido, es indiscutible que habrá gozo en nuestro corazón independientemente de las dificultades. Si se fijan bien, ese “gozo” ya es un premio por adelantado, ya que nada de lo que hagamos quedara sin recompensa.

Encontrándonos en plena actividad de servicio, con el corazón lleno de Fe y Esperanza, se presentará como una fuente inagotable dentro de nosotros, un amor “Ágape” (amor al modo de Dios) que nos impulsará a dar a manos llenas a todo al que nos reciba -seamos bien recibidos o no-, ya que ese amor no depende de nuestros sentimientos, sino que será una gracia de Dios infundida en nuestros corazones. La perfección del amor es la Caridad. Es la presencia de la Santísima Trinidad dentro de nosotros de forma estable.

Como pueden darse cuenta, el Evangelio de hoy nos debe llenar de profunda alegría a todos y en especial a los laicos. Jesús nos prepara para el envío y fíjense la sabiduría de la Madre Iglesia… Estamos leyendo este Evangelio en una época donde ya están por celebrarse en nuestras parroquias los sacramentos de la Primera Comunión y la Confirmación, por tanto, Jesús por medio de la Iglesia y sus pastores, nos está preparando para todos, según nuestros carismas, para ser enviados por el mundo a llevar la Buena Nueva que es el Evangelio.

Ese  servicio está descrito ampliamente en el documento del Concilio Vaticano II llamado Apostolicam Actuositatem[1], Allí se establece lo que la Iglesia espera de todos nosotros como bautizados y confirmados en la hermosa labor de llevar el Evangelio a todas las naciones.

¿Qué esperan? Les invitamos a todos a unirse en esta hermosa y gratificante labor…

Dios les bendiga a todos!

 

Por Guillermo Salgado

[1] (http://www.vatican.va/archive/hist_councils/ii_vatican_council/documents/vat-ii_decree_19651118_apostolicam-actuositatem_sp.html ).

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *