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Parroquia "San José de Chacao"
Página Web Oficial del Complejo Parroquial "San José de Chacao" – Arquidiócesis de Caracas
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La misión que Jesús nos propone puede cambiar nuestra vida: llenarla de luz. Por eso, la idea de que Dios me puede estar llamando resulta muy atractiva. Pero hay a la vez algo que nos inquieta profundamente: nos parece que, si existe esa llamada, si Dios cuenta con nosotros, vamos a perder nuestra libertad. ¡Ya no podremos elegir otro camino! ¡Solo podrá ser el que Él quiera!
Considerar la trayectoria de Pedro puede ayudarnos. Cuando se decidió a dejar lo que tenía para seguir a Jesús, ¿perdió su libertad? ¿No fue esa la decisión más libre y liberadora de su vida? A veces nos parece que la libertad significa ante todo poder elegir, sin que nada nos determine. Sin embargo, reducida a ese horizonte, la libertad se limita a elecciones puntuales, que apenas alcanzan a iluminar unos instantes: elegir si quiero comer hamburguesa o ensalada, si quiero jugar a fútbol o a baloncesto, si quiero escuchar esta canción o aquella.
Existen, sin embargo, otro tipo de elecciones que pueden arrojar una luz completamente distinta sobre nuestra vida; hacerla más alegre, más libre. Son momentos en los que ponemos en juego la vida por entero; decidimos quiénes queremos ser. La libertad se muestra ahí en su verdadera amplitud, en su capacidad de liberar. No estamos ya ante decisiones puntuales, sino ante decisiones existenciales. Como cuando alguien decide casarse con una persona, a la que considera el mayor tesoro del mundo. O, de modo parecido, como cuando una persona joven decide hacerse médico, sabiendo que eso le va a llevar una serie de esfuerzos y de sacrificios nada pequeños. Uno se entrega a una persona, o abraza una misión, renunciando a todo lo demás. Desde luego, eso va a condicionar sus futuras elecciones; sin embargo, no ve ese paso como una renuncia, sino como la apuesta por un amor o por un proyecto que va a llenar su vida. Y así, con el tiempo, su nombre ya no es solo el que tenía desde su bautismo: ahora es también «el marido o la mujer de…», o «el doctor…». Su nombre, su identidad, toma forma; su vida va cobrando un sentido, una dirección.
Jesús se presenta ante nosotros precisamente con una decisión de este tipo. Él nos ha creado con unos dones, con unas cualidades que nos hacen ser de una manera o de otra. Más tarde, a lo largo de nuestra vida, nos descubre un tesoro, una misión que está como oculta en nuestro interior. «El Reino de los Cielos es como un tesoro escondido en el campo que, al encontrarlo un hombre, lo oculta y, en su alegría, va y vende todo cuanto tiene y compra aquel campo» (Mt 13,45). En realidad, el tesoro es Él mismo —su Amor incondicional—; y la misión es la misma que Él recibió del Padre. Si lo he descubierto, ya no necesito seguir buscando. Puedo abrazarlo con mi vida entera, y dejar que Él dé forma a toda mi existencia. Como Pedro, apóstol, Piedra sobre la que se funda la Iglesia; como Pablo, apóstol de las gentes; como María, la esclava del Señor, la Madre del Salvador.
Abrazar esa tarea —que es, en realidad, abrazar a Jesús y seguirle— nos lleva a dejar todo lo demás. Porque nada puede liberarnos tanto como la verdad acerca de nosotros mismos: veritas liberabit vos —la verdad os hará libres (Jn 8,32). Así, como san Pablo, podremos afirmar: «Cuanto era para mí ganancia, por Cristo lo considero como pérdida. Es más, considero que todo es pérdida ante la sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por él perdí todas las cosas, y las considero como basura con tal de ganar a Cristo y vivir en él» (Flp 3,7-9).
Tal vez nos desconcierte un poco descubrir esa cercanía de Jesús; que quiera contar con nosotros. Al mismo tiempo, cuando nos paramos a pensarlo, vemos que lo que nos pide cuadra perfectamente con quienes somos, con nuestras cualidades y con lo que hemos vivido… Parece que hayamos nacido para esto. El nombre nuevo se presenta entonces como algo que ya estaba ahí, desde la creación del mundo… Dios nos ha hecho para esto. Y, sin embargo, quizá nos parece demasiado. «¿Este tesoro, esta misión… para mí? ¿De verdad Dios ha venido a fijarse en mí?».
Meditación tomada del libro de Borja de León (ed), titulado: Algo grande y que sea amor. La vocación cristiana: encuentro, respuesta, fidelidad. Fundación Studium, 2020. Borja de León, es un Sacerdote, doctor en Filosofía, que desarrolla su labor pastoral con familias y es capellán de un colegio de Madrid.